viernes, enero 22, 2010

de noche

Alexandro Roque

Esta noche ya quería llegar a la casa y el transporte urbano no pasaba. La calle estaba desierta y hacía mucho frío, aunque no tanto como otros días. Prendí un cigarro, porque no falla que apenas me decido a fumar tranquilamente suele pasar el transporte.

En eso pasó un taxi pero no le hice la parada hasta que me echó las luces. A primera vista había creído que llevaba pasaje, pero resultó que no, que iba vacío.
—Oiga, ¿puedo fumar?, es que lo acabo de prender...
—Sí, nomás abra un poquito más la ventana.
—Gracias. Voy a... Pensé que iba ocupado.
—Je, ¿le digo la verdad? No es la primera persona que me lo dice, siempre que trabajo de noche me va mal porque todo mundo ve que llevo una persona en el asiento del pasajero. ¿Era un hombre de bigote, vestido de negro?
—Sí, ese.
—No sé porqué le gusta viajar conmigo. Pobre...

Y ya en el trayecto me dijo que a él le ha tocado ver espectros en dos lugares de San Luis Potosí. En el circuito interior Río Santiago, en dirección a Morales más o menos a la altura del puente de la colonia San Felipe, a la una de la mañana hay una pareja, hombre y mujer, que se suben al cofre de los carros. Dicen los que los han visto que visten de blanco y no tienen cuerpo de la cintura para abajo, pero sí una mirada profunda que clavan inmisericordes en los conductores. Al llegar a la altura del puente Eje Vial se evaporan.

El otro sitio de apariciones es el exterior del panteón Españita donde, todas las noches, en punto de las dos de la mañana, atraviesa la puerta del panteón un hombre decapitado, que lleva su cabeza en las manos, como una carga muy pesada. Siempre se queda unos minutos frente a la puerta y luego da vuelta a la izquierda, rumbo al periférico. Al llegar a los límites del cementerio desaparece.

—Oiga joven —me dijo el taxista—, ¿y usted no ha visto fantasmas?

—Sólo una vez. Fuimos mi novia y yo a casa de una amiga, casada y con una hija como de cinco años. A mi novia se le olvidó un album de fotos en el carro y me ofrecí a ir por él, porque la noche estaba lluviosa. Abrí la puerta del pasajero y mientras me inclinaba a buscar abajo del asiento por el espejo retrovisor vi de reojo a una niña rubia, con los ojos verdes, que me observaba con curiosidad. Cerré la puerta y ya no estaba.
Cuando entré de nuevo le pregunté a mi amiga:
—Oye, ¿por qué dejas salir a tu niña con este clima? Ya ni la haces.
—No, ella ya está dormida desde hace mucho, cómo crees que la iba a dejar salir. ¿Por qué preguntas?

—No... por nada.

7 comentarios:

  1. La noche tiene una magia que invita a los fantasmas, o ¿será nuestra mente, que con la oscuridad se vuelve más clara? El mundo está lleno de fantasmas, no todos espectros, la mayoría deambulan por el día, sobre todo por los espacios con más nivel económico.
    Un abrazo.

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  2. Precisamente ayer estaba platicando con algunos amigos sobre aparecidos, sombras, casas viejas y panteones.

    Me acordé de un cuento de Amparo Dávila, a ver si luego lo transcribo en el blog.

    Saludos.

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  3. Brrrr. Ahora sí que Bi nanes. Lo deberías poner en el blog de Historias Paranormales.

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  4. Mercedes: hay personas que pueden ver fantasmas a culquier hora. Tengo una amiga que los ve en su casa, a donde llegan pidiéndole ayuda para trascender a otra dimensión.

    La noche es mágica, pero no cualquiera lo capta.

    Un abrazo.

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  5. Mi estimado Olague:

    Ya leí el cuento. Dávila es en parte potosina y me encantó leer el cuento en tu blog. Ojalá los lectores de este lado le lleguen a tu espacio y queden encantados como yo.

    Un abrazo.

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  6. Mi nunca bien ponderada Lupescupe:

    Esa historia es la única que me ha pasado, pero algo conozco de casas embrujadas en San Luis, como una que está en la calle de Morelos, y que a la fecha sigue deshabitada porque nadie aguanta estar ahí.

    Sí, hay que ver dónde las publicamos.
    Un abrazo.

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  7. Anónimo12:41 p.m.

    Fue neta?

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