Durante mi reciente viaje a Egipto una de mis amantes me mandó un mensaje por correo electrónico: "Dime que estás bien. Me duele el pecho. Te soñé sentado, tocando tu rodilla izquierda y con la mirada dispersa. Tus ojos lucían muy tristes".
Le respondí que se tranquilizara, que a mi vuelta la vería.
"¿Seguro que estás bien? Me sigue doliendo el pecho..."
De regreso, ya en el aeropuerto de la ciudad de México le marqué a su celular. No contestó. Le marqué a su casa, con riesgo de que respondiera el marido. Nada.
La atropelló un camión de chocolates Costanzo. Siempre fue muy dulce.
Hoy, en Tangassi, en su velorio, me toco la rodilla izquierda y me siento triste, pero no puedo evitar una leve sonrisa.
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