miércoles, noviembre 01, 2006

El español en la Union Europea

(suplemento Entrelíneas, 23 de abril de 2004)

El pasado 23 de abril se celebró en algunos países de América latina el Día del Idioma, que en nuestro país es conocido como Día del Libro y la Lectura. Ello se debe a que ese día se cumplieron 388 años del fallecimiento del ingenioso Miguel de Cervantes Saavedra, el primero que noveló en nuestra lengua y 399 años de la primera edición de El ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, en el que la lengua española alcanzó su máxima representación.

De Don Quijote el escritor ruso Fiodor M. Dostoievski escribió que es “la más perfecta” de “entre todas las figuras hermosas de la literatura cristiana”. Roland Barthes advierte que Cervantes fue “ante todo, un gran pescador de lenguaje, de lenguaje vivo, hablado y escrito”. Don Quijote es la suma de las vivencias de un lenguaje a través de sus personajes más disímbolos, y así se comprobó en una reciente encuesta entre cien escritores de 54 países, para los que es no sólo la mejor novela en español, sino de todos los idiomas y de todos los tiempos.

En estos días de reunificación europea, ¿cuál es el papel y la importancia de nuestro idioma?, ¿goza de cabal salud en esa parte del mundo a la que geográfica y comercialmente pertenece España? A continuación unos pequeños esbozos.

A pesar de ser descendiente del indoeureo, el español en Europa no tiene muchos hablantes, y la mayoría estamos en América. Del indoeuropeo derivaron el sánscrito, el itálico, el latin y más adelante, o arriba, si hablamos de un árbol genealógico, las otras lenguas latinas actuales: francés, italiano, portugués, provenzal, catalán, rumano y romanche. A quien quiera ahondar en la historia del español le recomendamos Los 1001 años de la lengua española, de Antonio Alatorre (Bancomer, 1979).

El español es la cuarta lengua más hablada en el mundo, con más de 400 millones de hablantes, después del chino, el inglés y el hindú. Además de los países latinoamericanos, hay comunidades de hispanohablantes cada vez más grandes en países como Estados Unidos, donde es la segunda lengua más hablada y donde Nueva York es la cuarta ciudad con más hablantes de español, después de México, Buenos Aires y Madrid. El español es solicitado como segunda lengua en la mayoría de las escuelas de Francia o Italia.

Otro dato interesante es que ocho de los 100 autores galardonados con el Premio Nobel de Literatura en el siglo XX fueron de habla hispana: los españoles Jacinto Benavente (1922), Juan Ramón Jiménez (1956) y Camilo José Cela (1989); los chilenos Gabriela Mistral (1945) y Pablo Neruda (1971); el guatemalteco Miguel Angel Asturias (1967); el colombiano Gabriel García Márquez (1982) y el mexicano Octavio Paz (1990). Según Alatorre no es preocupante: “¿Qué significa el Premio Nobel? ¿Qué clase de jueces son esos señores de la Academia sueca, la mayor parte de los cuales ni siquiera hablan español?”

Y surgen de la memoria Borges, Guillén, Gorostiza, Cortazar, Rojas, Bryce Echenique, Rulfo, Pérez Galdós… Con Internet y las nuevas posibilidades más o menos económicas de reproducción e impresión, los escritores en todo el mundo se han reproducido, saturando los espacios de venta y de asimilación de toda clase de información. El 50 por ciento de los libros que se editan en todo el mundo vende menos de mil ejemplares, y el único autor que recuerdan siete de cada 100 personas en México es Carlos Cuauhtemoc Sánchez. Entre más opciones hay de lectura menos podemos abarcarlas todas.

La defensa del español no debe darse desde la ultracorrección del idioma, ni desde la postura colonialista, de viejas glorias sin sustento, de la Madre Patria con todo y Real Academia. No se trata de querer abarcar territorios sino fortalecernos en cada identidad conociendo otras, de producir intercambios. Un idioma no se empobrece, los que lo hacen son las personas que no saben usarlo. El español, como producto y productor cultural, ha destruido o menospreciado lenguas de sus colonias o territorios como si de impurezas se tratara. El nahuatl resulta tan minimizado como el catalán, el quechúa tan mal visto como el spanglish y sus interesantes rejuegos. Son estos intercambios los que hacen de una lengua viva una lengua fuerte.

Y sí, a pesar de la falta de uso en otros idiomas de la eñe, “la lengua española goza de buena salud”, según Ángel Rosenblat, en El castellano de españa y el castellano de América. Gocemos el baño, la caña, el coño, las muñecas y la niñez.

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