jueves, septiembre 21, 2006

Cerro de San Pedro



Los silencios culturales de Cerro de San Pedro

(ponencia de AR durante el Festival Cultural de Cerro de San Pedro, organizado por el Frente Amplio Opositor en marzo de 2006

Agradezco a los organizadores, especialmente a Marta y a Martín, la invitación para venir a compartir algo y compartir la mesa con estos maestros.

Una avertencia, o mejor dicho dos: este es un texto muy personal y creo que la cultura es lo más importante, incluso a pesar de los funcionarios que la dirigen, incluso a pesar del lugar que se le da en los medios, incluso a pesar del poder económico de trasnacionales como Minera San Xavier (MSX).

Hace un año anduve aquí con varios compañeros en la grabación de un documental para un curso que ofrecieron algunas instituciones educativas de San Luis Potosí. La idea era dar voz a todo tipo de habitantes de Cerro de San Pedro, opositores, indiferentes y conformes con la MSX, hombres, mujeres y niños, crear un mosaico que reflejara a este pueblo y su historia, algo representativo de los 3 mil 404 habitantes del municipio, distribuidos en 18 localidades, donde de 721 hogares en 187 el jefe de familia tiene 60 o más años.

Recorrer las calles vacías, los cascarones de casas, el tratar de acordarme —por lo que oí de niño— de dónde vivieron mis bisabuelos, los testimonios emocionados y emocionales… todos los causales fueron brutalmente enriquecedores y motivantes de horas de discusión.

Ese reto, del afecto contra la razón, de la cultura contra o a pesar de la economía, es el centro de este texto. La invitación es a compartir la idea de que, sin importar el medio, el mensaje es lo que cuenta, o lo que es lo mismo, no podemos aferrarnos a una cultura si no entendemos que la cultura la debemos construir entre todos, con los medios antiguos y modernos que están a nuestro alcance.



La comparación con el pueblo rulfiano al que llegó Juan Preciado en busca de su padre —en ese viaje de febrero del año pasado— fue inevitable, ya que se celebraban cincuenta de la publicación de Pedro Páramo: “Ahora estaba aquí, en este pueblo sin ruidos. Oía caer mis pisadas sobre las piedras redondas con que estaban empedradas las calles. Mis pisadas huecas, repitiendo su sonido en el eco de las paredes teñidas por el sol del atardecer”.

Pero hay otra frase que también le queda a Cerro de San Pedro, por desgracia: “Hay pueblos que saben a desdicha. Se les conoce con sorber un poco de su aire viejo y entumido, pobre y flaco como todo lo viejo. Este es uno de esos pueblos, Susana”.



Y es que Cerro de San Pedro desde su fundación estuvo abajo, literal y gráficamente, debajo de San Luis. Era el lugar de donde venía la riqueza pero los españoles prefirieron asentarse en donde en ese tiempo había agua, era un lugar de trabajo pero poca atención recibió en cuanto a servicios. Era un pueblo provedor, pero sus habitantes siempre estuvieron olvidados. Cualquier compañía minera o cualquier gobierno siempre lo tuvieron como centro de bienes materiales pero siempre se olvidaron, se olvidan, de sus habitantes. Hasta 1996 nadie se acordaba de ellos. Y ahora que hay 25 familias en riesgo, que se pueden caer edificios históricos pasa lo mismo, pues para ellos, los del poder, para muchos jóvenes, no pasa nada.

Mi mujer es de un pueblo que también sabe a desdicha, como Comala o como Cerro de San Pedro. Villa Juárez, en la zona media del estado, es un lugar que también se ha quedado solo, donde los hijos de los migrantes hablan inglés y se aburren de regresar a un lugar sin atractivo, donde la edad de la población se acrecenta y los familiares, los niños, prefieren no regresar, donde la cultura se ha perdido.

Tercera cita de Pedro Páramo: “no existe ningún recuerdo por intenso que sea que no se apague”.

¿Cómo lograr un justo medio entre nuestras visiones idealistas y las remembranzas de quienes sin compartirlas fueron parte de la historia como mineros y hoy se mueren de hambre, o están enfermos? La globalización insiste en crear comalas, lugares donde los muertos siguen hablando, pero entre ellos y ningún “vivo” los escucha, como sucede con los muertos de San Juan de Sabinas, Coahuila. Pero aquí aún hay oportunidad de encauzar la lucha de una tradición contra las siglas de las trasnacionales, a pesar del desinterés oficial de todos los niveles de gobierno.

Apenas este jueves se anunciaron millones de pesos invertidos en Real de Catorce, a nivel federal y estatal, mientras dejan que a Cerro de San Pedro, como se dice coloquialmente, se lo cargue el payaso. Al centro cultural de mi barrio, el de Tlaxcala, destinan unos cuantos miles, mientras funcionarios de varios niveles van y se quejan al De Efe del centralismo o van España y se gastan más de lo que se tienen que gastar. No es justo y hay que reprendérselos. La cultura son los intercambios que se dan a nivel comunal y municipal, pero los gobiernos tienen que apoyar, que para eso son simples mandatarios. Hay que invertir cuando se quiere ganar, y eso cualquier apostador lo sabe.



Hay que dejar que los demás hablen, y respetarlo, y hay que oponernos a la realidad de los empresarios en el poder. El chiste es cómo. El chiste es cómo retomar el pasado y el presente en la creación y recreación de una cultura que debe rendir frutos en el futuro. Ojalá que los presentes aquí podamos ofrecer una postura razonable ante la sinrrazón de los intereses mercantiles, una opción interesante para quienes prefieren el peyote, las construcciones antiguas o las artesanías de Real de Catorce, un intercambio digno ante los embates de quienes prefieren lo ya establecido, lo que más se vende.

No podemos esperar a que una explosión como la de Pasta de Conchos, o un desastre como pasó en Nueva Orleans, saque a flote las miserias y las riquezas irrecuperables y quedarnos nomás con la idea de lo que se pudo hacer. Pero todo depende de los intercambios reales que podamos hacer, de la humildad que pongamos en estar en el lugar del otro.

Además de las propias luchas por el poder económico, el papel de los estudiosos, sean artistas o académicos, y de los líderes de opinión en general, debe ser acrecentar el capital simbólico de las comunidades, que en el caso de Cerro de San Pedro es inmenso, aunque quedan pocos usuarios, apenas 25 familias distanciadas en el discurso. Las nuevas pugnas no son sólo entre clases sociales, sino entre los “que se mueven”, como diría el maestro Nestor García Canclini, contra las “ideas fijas de los sedentarios”. Otro investigador, Bauman, lo equipara con la diferencia entre turistas, casi siempre voluntarios y capaces de adquirir, contra los vagabundos, obligados a dejar su lugar o a ocupar los que el turista no quiere. Todos deberíamos decir sobre, y disfrutar la cultura, a gozar nuestras diferencias y similitudes.



Son problemas culturales pero también económicos los que debemos contribuir a resolver. Sucede que más de la mitad (mil 260) de la población de 12 años o más (2 mil 386) de nuestro Cerro de San Pedro no tiene escolaridad después de la primaria y también más de la mitad (mil 348) es económicamente inactiva. Y tal vez este sea el municipio con menos población a nivel estatal, pero de sus pocos habitantes hay cinco con cancer, quién sabe si por los efectos de la minería. La historia se encargará de hacernos saber las costumbres y los infortunios de la minería, profesión en desuso y ya en franca retirada como la de los ferrocarrileros. En SLP todos tenemos o tuvimos algún familiar en una de esas dos profesiones.

En aquel video que hicimos algunos entrevistados dijeron que de historia no se vive. Otros dijeron que sí, que se puede vivir de la historia. Algunos científicos serios y uno que otro vival sí han sabido vivir de la historia, eso que ni qué. Conozco personas que viven en el cascarón de una ex hacienda, pero no saben qué es lo que pasó en ella. Y a la mayoría, gobierno incluido, no les importa.

García Canclini advierte más que transformar órdenes injustos se debe buscar reinsertar a los excluidos, sin caer en la primacía propuesta por algunos académicos de olvidar que en estos tiempos todos somos diferentes, desiguales y desconectados. La cultura no es una dádiva, es un aporte y un intercambio.

San Pedro, la aldea ya globalizada gracias al empuje del Movimiento Amplio Opositor, tiene muchos habitantes desconectados. La conección ideal con Real de catorce se vuelve lógica, pero con varias diferencias: la ruta del peyote marcó a una generación hacia el desierto, mientras Cerro de San Pedro es un botín que se pelean la Minera, la zona roja y otros comerciantes para quienes la historia es cosa de fotografías.



Clifford, citado por García Canclini, afirma que en estos tiempos la identidad se vuelve coyuntural, pues se nutre de “pasados (re) coleccionados recurriendo a medios, símbolos y lenguajes extranjeros”.

Recoleccionemos, pues, el pasado, y hagámos vivir a estas casas, a estas calles y, sobre todo, a sus habitantes.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario