lunes, junio 14, 2010

de podofilia o piederastia


El pie, una parte del cuerpo en la cual poco reparamos, es un lugar erógeno para quienes lo saber ver, como el príncipe de las antiguas versiones de Cenicienta, en las que encontraba a su amada gracias a un zapato que le calzaba perfecto.
El efecto del pie en la belleza es clave en cierto cuento japonés en el que un famoso tatuador quiere hacer su obra cumbre en el cuerpo de la mujer más hermosa del mundo.

Sabe que la ha encontrado cuando ve pasar un balancín del que sale tan sólo el pie de una mujer, tan bien formado que no deja dudas sobre lo que oculta la cortina.

Tiempo después la ve en persona, cuando se encuentran por casualidad y confirma sus sospechas. Ambos cumplen así su destino.


Y es que como confirma Desmond Morris en La mujer desnuda, los pies (o los dedos, las individualidades reunidas en ellos) son la imagen de poderío, coquetería o erotismo de su dueña, sea mediante su tamaño o con el sadomasoquista tacón de aguja de una zapatilla, el precio de los zapatos, las cadenitas en los tobillos o la pintura de uñas. Y comenta que "en el momento del orgasmo se puede ver cómo los dedos se estiran o se encogen mucho, como si los pies intentaran hacer todo lo posible por sumarse al retorcimiento de la reacción corporal".

Nietzsche decía: "¿Cómo habría yo de ser, oh, leves, enemigo de danzas divinas, o de pies de muchacha con finos tobillos?”.





José Santos Chocano se preguntaba:
¿Sabes por qué intento, como fin de  cuento
 zapatero tuyo ser en mi canción
¡Porque al elevarte con mi pensamiento
siento tu pie encima demi corazón!

En el ballet el hombre es llamado el tercer pie de la bailarina, y en la danza contemporánea ambos dejan las zapatillas y muestran la sensualidad de la extremidad que casi nunca se ve, con dedos largos y gráciles.

El pie ha sido elogiado en poemas y cuentos. Las mil y una noches son un ejemplo de la importancia de los dedos largos y delgados de las bailarinas. Recientemente Jordi Soler escribe sobre el amor que le provoca a cierto guionista La mujer que tenía los pies feos, quien tiene que cambiar sus cánones podológicos: “Vi con detenimiento los pies de Jarrón, bien proporcionados, con los dedos en orden, un par de pies finos y largos como naves, eran incluso bellos. Empecé a añorar el pie feo de Varsovia”.


Y para Vicente Aleixandre

menudo imprime el pie
la huella de los dedos
sobre la arena fina,
que besa largo el viento


Rosa, la nana del cuento “Enigma” de Juan García Ponce, que logra trastornar al siquiatra Ramón Rendón hasta internarlo en la institución donde antes fue subdirector, “se veía más natural y dueña de sí estando descalza”, y la pobre Justina de la novela del Marqués de Sade descubre que los pies también pueden volverse obsesión cuando se ve atacada por el usurero Harpin, quien al contratarla como sirvienta, le arrancó el zapato, y apretó el pie adolescente, “que acercó a su mejilla y frotó con la cara, al tiempo que olía entre los dedos y lamía el arco plantar con la lengua”.

En cuanto a la fotografía, los japoneses han sido quienes más han probado con su lente las posibilidades eróticas del pie, al retratar a sus modelos en arriesgadas perspectivas donde sobresalen pies inmensos o son punto focal junto a los pezones y otras zonas erógenas.

Hay que ver detalles que no apreciamos. Ya lo decía el padre Peñalosa: “Nadie se fija en los de abajo, los pobres y los pies”.

La sensualidad está en todo el cuerpo.

3 comentarios:

  1. ándale...

    esas mañas no te las concía, mi buen...


    X-D

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  2. Y las que faltan, mi buen, las que faltan...

    je

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  3. Svalathor5:52 a.m.

    Simplemente un tema maravilloso y sublime.javascript:void(0)

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