viernes, febrero 19, 2010

De chavos banda a tribus urbanas. La construcción de identidades (algunos apuntes)

Alexandro Roque

Amo la ciudad, amo los signos,
y este doble amor (que probablemente no es más que uno)
me lleva a creer […] en la posibilidad
de una semiótica de la ciudad.
Roland Barthes

Todos los caminos llevan a Roma, e igualmente todos nos pueden sacar de ella, de cualquier ciudad. En Roma había cuatro tribus urbanas como modo de representación y de organización, y hoy el término se ha vuelto lugar común, quizá demasiado, para definir lo indefinible, la autoasignación identitaria de los jóvenes citadinos.

El 29 de marzo de 2008 adolescentes autodenominados emo fueron agredidos por darks, punks e integrantes de otros colectivos en la ciudad de México. Agresiones del mismo tipo se han dado desde entonces en varias partes del mundo. Los emo, posesionados desde hace muchos meses de espacios en Internet como fotolog o metroflog, salieron a la luz pública como víctimas de la intolerancia de parte de autoridades y otros grupos identificados como tribus urbanas, intolerancia sexual por la androginia de su vestimenta, y social por el rechazo a una apariencia no convencional.

Lo que llama la atención es que no sólo la policía o las autoridades los han agredido o se burlan de su vestimenta negro y rosa, de sus pantalones entubados y el cabello que oculta parte de su rostro, sino que incluso no pocos darks y punks, a su vez considerados peligrosos o al menos “raros” por la mayoría social, han agredido a los emo y les niegan la “categoría” de tribu urbana “por no tener una ideología propia” o “por robarse la cultura de otras tribus”.

En la década de 1970 aún no se hablaba de tribus, pero se tildaba a los jóvenes de “rebeldes sin causa”, de inadaptados. Todos primero fueron hipies y luego todos "pandilleros" al reunirse, al buscar crear grupos en los que pudieran pertenecer y compartir. Ya en 1980 se empezó a diferenciar a los pandilleros de los chavos banda, según su “peligrosidad” o su ubicación. El delito de pandillerismo se descartó y se llamó asociación delictuosa.

En El laberinto de la soledad Octavio Paz se refiere a los pachucos, entonces no llamados tribu, como un grupo “que no no afirma nada concreto sino la decisión […] de no ser como otros que los rodean”. Es un colectivo ni mexicano ni estadunidense, es “impulso que se niega a sí mismo, nudo de cotradicciones, enigma". Como los emo, o cualquier otra comunidad de adolescentes o jóvenes, los pachucos se enfrentaron a la hostilidad de la sociedad que los vio surgir.

José Manuel Valenzuela Arce nos previene de la visión pacista desde el colectivo Mitos mexicanos, coordinado por Enrique Florescano, al criticar a quienes “desde su propio laberinto redujeron la figura compleja del pachuco a la frívola imagen de dandy grotesco o payaso siniestro socialmente desintegrado”.

Los pachucos, así, brotan como los punks o los rockeros, como los hipies en la década de 1960, como un valor de rebeldía juvenil ante los valores instituidos como “correctos” en la sociedad. Un antivalor que al parecer se ha convertido en valor, tanto económico como simbólico. Y surgen los emo. ¿Cómo se logra ser una tribu urbana y descilificar a otros que quieren serlo? Mejor, ¿cómo se construyen las identidadades hoy quién puede calificarlas? ¿Para qué?

En medios de comunicación, sobre todo electrónicos, “rehen de mercenarios, usado por intelectuales y periodistas” en artículos variopintos, el concepto “tribus urbanas” ha sido adoptado las más de las veces equivocadamente, ya que más que de tribus urbanas el investigador Michel Maffesoli propuso hablar de neotribalismo, de nuevas formas de socialización y defensa ante el anonimato y la mediocridad que conlleva la mundialización de ciertas culturas.

Y Maffesoli no se refiere sólo a los adolescentes y jóvenes a quienes se aplica el término, como punks, darketos, skatos, góticos, y desde tiempos recientes, los emos. Todo lo que estorba a la estandarización globalizante, a la mediocridad económica, es una tribu, un segmento unido en torno a gustos (en el sentido bourdieano) pero que puede no tomarse en cuenta.

La ciudad

"En la medida en que el especialista en estudios culturales o literarios o artísticos quiere realizar un trabajo científicamente consistente, su objetivo final no es representar la voz de los silenciados sino entender y nombrar los lugares donde sus demandas o su vida cotidiana entran en conflicto con los otros. […] Las utopias de cambio y justicia, en este sentido, pueden articularse con el proyecto de los estudios culturales, no como prescripción del modo en que deben seleccionarse y organizarse los datos sino como estímulo para indagar bajo qué condiciones (reales) lo real pueda dejar de ser la repetición de la desigualdad y la discriminación, para convertirse en escena del reconocimiento de los otros".

El escritor e investigador Luis Britto García habla de una ciudad lenguaje en la que los signos específicos son sus seres y sus edificios y su gramática un plan urbano, que en San Luis Potosí parece no existir. El acomodo en la ciudad es emocional, simbólico, utilitario. Las fronteras, nacionales o interiores, sirven en función de políticas o contratos, no de uso cotidiano.

Según la Real Academia una ciudad es un “conjunto de edificios y calles, regidos por un ayuntamiento, cuya población densa y numerosa se dedica por lo general a actividades no agrícolas”. Así, es el soporte y no los que la habitan. Sin embargo, la categoría de ciudadano se adquiere no importa si se vive en una ciudad o en un caserío, a los 18 años.

Los jóvenes o los desposeidos no importan mientras no se salgan del gueto, del arrabal, de los cinturones de miseria donde no hay nombres. Que quienes detentan el poder traten de seguir estableciendo zonas de influencia o desarraigo no es nuevo: ya desde el medioevo…

La descalificación que conlleva el poco ingreso económico se maximiza si se añade el delito de lo joven como sinónimo de rebelde. Signos a fin de cuenta, las categorías sociales se contruyen por opuestos. Catrines contra pelados, gente bien contra pueblo, pirruris contra nacos, chaviza contra momiza.

Surge el Tecuán, una zona no política sino delimitada por sus habitantes jóvenes. La primera leyenda negra de una tierra de nadie, donde en las esquinas había grupos peligrosos.

Bandas como Los Kraneos, los Sioux, el Reloj de Sol, por el barrio de San Juan de Guadalupe y en la Unidad Ponciano Arriaga, uno de los primeros suburbios, en los 70 tardíos y principios de los 80. Luego los centros serían irónicamente las colonias Satélite y Progreso. Las esquinas, los chiflidos, la grabadora entre más grande mejor, el metal. Caguamas y churros eran lo que hoy son materiales más pesados. El gobierno lanza “el convoy”, una caravana de patrullas y julias móviles en las que cargan a todo el que desoyera el virtual toque de queda.

Nuevos y distintos manuales de urbanidad

Urbe por otra parte se define como “ciudad, especialmente la muy populosa”, y urbano es, además de relativo a la ciudad, “cortés, atento y de buen modo”.

Son pocos espacios para el intercambio. Los tianguis, herencia prehispánica de olores y sabores, de ruido y teponachtle, sucumbieron ante la invasión de los supermercados que, llámense como se llamen, son iguales en disposición, en aromas y mercancias. Pesos más, pesos menos, ofertan la misma música y el mismo pollo rostizado.

En cuanto a su organización, la ciudad está diferenciada por zonas económicas, colonias marginales y zonas de altos ingresos, mayormente bardeadas. En San Luis Potosí, sus siete barrios tradicionales, hoy orgullo y enseña turística, fueron originalmente asentamientos de indígenas, distantes algunas leguas de la ciudad española. En su nombre llevan la fama, Tlaxcala, Santiago, San Miguelito donde el águila paró…

En el uso del tiempo libre la polisemia del concepto viene a mostrarse cuando hay espacios para niños, para jóvenes y adultos. No suele haber intelectuales punks, todo es plebe, chusma, al menos para las buenas conciencias que Carlos Fuentes ubica en Guanajuato y parecen multiplicarse por las ciudades que presumen de coloniales: Querétaro, San Luis Potosí, Aguascalientes, Puebla… “Aunque todos somos del mismo barro no es lo mismo bacín que jarro".

La adolescencia y sus modas

Octavio Paz decía del traje de los pachucos que no era ni ropaje ritual ni uniforme, sino siplemente una moda, “y como todas las modas está hecha de novedad —madre de la muerte, decía Leopardi— e imitación”. Es, escribió, “la presa que se adorna para llamar la atención de los cazadores”.

Los jóvenes, como explica Rossana Reguillo, están más dispuestos a participar en causas que en organizaciones. Nestor García Canclini añade por su parte que en los casos de movimientos juveniles, que ejemplifica con la plaza de Tiananmen, no se aspira a obtener el poder, controlar el Estado o triunfar sobre la ideología o la cohersión del Estado, sino que son “luchas por la significación”, de valor afectivo, “donde importa la solidaridad y la cohesión grupal”.

El nombre tribal —pandilla, banda, clan, punketos, darketos, nocturnos, emos— puede ser puesto desde dentro, como un grito de guerra, o desde fuera, por grupos que los descalifican o los estudian, par marcar la diferencia. La distinción, si retomamos el concepto de Bourdieu.

La queja contra los emos sería: ellos no son agresivos, no contravienen al sistema como nosotros. Son una máscara, un remedo.

¿Quién no lo es?

2 comentarios:

  1. Pertenecer a una tribu urbana cuando cuando empiezas a tomar conciencia de tu mundo, es parte necesaria del ser humano. Los ojos de lo jóvenes ven más, aún no están adulterados ni adoctrinados, y se resisten a ser como esa mayoría que después de siglos y siglos siguen perdidos. Para rebelarse contra lo establecido necesitan agruparse, y necesitan signos que los identifiquen. Sus ropas, su jerga, sus modales... Todo en ellos ha de ser un grito de protesta. Ya el tiempo se encargará de agregarlos a la gran manada, para sobrevivir.
    Interesante entrada. Hasta pronto.

    ResponderBorrar
  2. Intreresante entrada, e interesante comentario de Mercedes a la entrada.
    Saludos de Argentina,
    Marijo

    ResponderBorrar