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martes, mayo 12, 2009

palabra

¿De dónde diablos sacaron la palabra "sanitización" y el endiablado verbo "sanitizar"?

Digo, para anunciar el Apocalipsis hay que enunciar correctamente...
¿Será porque suena a Satán?, ¿llegará a ser una palabra críptica digna de una novelucha?

En todo caso están fumigación y la poética fumigar.

jueves, mayo 07, 2009

sábado, mayo 02, 2009

El exilio... (La peste - Albert Camus)

Albert Camus:

"El exordio anunciaba, en efecto, que unos cuantos casos de cierta fiebre maligna, de la que todavía no se podía decir si era contagiosa, habían hecho su aparición en la ciudad de Orán. Estos casos no eran aún lo bastante característicos para resultar realmente alarmante y nadie dudaba que la población sabría conservar su sangre fría. Sin embargo, y con un propósito de prudencia que debía ser comprendido por todo el mundo, el prefecto tomaba algunas medidas preventivas. En consecuencia, el prefecto no dudaba un instante de la adhesión con que el vecindario colaboraría en su esfuerzo personal".

(...)

"...A partir de ese momento, se puede decir que la peste fue nuestro único asunto. Hasta entonces, a pesar de la sorpresa y la inquietud que habían causado aquellos acontecimientos singulares, cada uno de nuestros conciudadanos había continuado sus ocupaciones, como había podido, en su puesto habitual. Y, sin duda, esto debía continuar. Pero una vez las puertas cerradas, se dieron cuenta de que estaban, y el narrador también, cogidos en la misma red y que había que arreglárselas. Así fue que, por ejemplo, un sentimiento tan individual como es el de la separación de un ser querido se convirtió de pronto, desde las primeras semanas, mezclado con el miedo, en el sufrimiento principal de todo un pueblo durante aquel largo exilio".

"...Así pues, lo primero que la peste trajo a nuestros conciudadanos fue el exilio... todos nuestros conciudadanos se privaron pronto, incluso en público, de la costumbre que habían adquirido de hacer suposiciones sobre la duración de su aislamiento. En consecuencia se atuvieron a no pensar jamás en el término de su esclavitud, a no vivir vueltos hacia el porvenir, a conservar siempre, por decirlo así, los ojos bajos. El sufrimiento profundo que experimentaban era el de todos los prisioneros y el de todos los exilados, el sufrimiento de vivir con un recuerdo inútil. Impacientados por el presente, enemigos del pasado y privados del porvenir, éramos semejantes a aquellos que la justicia o el odio de los hombres tienen entre rejas".

miércoles, abril 29, 2009

Pimienta en el aire...

De donde se ve y se aprecia que la gripe porcina fue vaticinada por el reverendo Dogson:
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"Donde si había demasiada pimienta era en el aire. Incluso la Duquesa estornudaba de vez en cuando, y el bebé estornudaba y aullaba alternativamente, sin un momento de respiro. Los únicos seres que en aquella cocina no estornudaban eran la cocinera y un rollizo gatazo que yacía cerca del fuego, con una sonrisa de oreja a oreja.

Y empezó a mecer nuevamente al niño, mientras le cantaba una especie de nana, y al final de cada verso propinaba al pequeño una fuerte sacudida.

Grítale y zurra al niñito
si se pone a estornudar,
porque lo hace el bendito
sólo para fastidiar.


CORO
(Con participación de la cocinera y el bebé)
¡Gua! ¡Gua! ¡Gua!

Cuando comenzó la segunda estrofa, la Duquesa lanzó al niño al aire, recogiéndolo luego al caer, con tal violencia que la criatura gritaba a voz en cuello. Alicia apenas podía distinguir las palabras:

A mi hijo le grito,
y si estornuda, ¡menuda paliza!
Porque, ¿es que acaso no le gusta
la pimienta cuando le da la gana?


CORO
¡Gua! ¡Gua! ¡Gua!

Alicia cogió al niño en brazos con cierta dificultad, pues se trataba de una criaturita de forma extraña y que forcejeaba con brazos y piernas en todas direcciones, «como una estrella de mar», pensó Alicia. El pobre pequeño resoplaba como una maquina de vapor cuando ella lo cogió, y se encogía y se estiraba con tal furia que durante los primeros minutos Alicia se las vio y deseó para evitar que se le escabullera de los brazos.

El bebé volvió a gruñir, y Alicia le miró la cara con ansiedad, para ver si le pasaba algo. No había duda de que tenía una nariz muy respingona, mucho más parecida a un hocico que a una verdadera nariz. Además los ojos se le estaban poniendo demasiado pequeños para ser ojos de bebé. A Alicia no le gustaba ni pizca el aspecto que estaba tomando aquello. «A lo mejor es porque ha estado llorando», pensó, y le miró de nuevo los ojos, para ver si había alguna lágrima. No, no había lágrimas.

--Si piensas convertirte en un cerdito, cariño --dijo Alicia muy seria--, yo no querré saber nada contigo. ¡Conque ándate con cuidado!

Alicia estaba empezando a preguntarse a sí misma: «Y ahora, ¿qué voy a hacer yo con este chiquillo al volver a mi casa?», cuando el bebé soltó otro gruñido, con tanta violencia que volvió a mirarlo alarmada. Esta vez no cabía la menor duda: no era ni más ni menos que un cerdito, y a Alicia le pareció que sería absurdo seguir llevándolo en brazos.

Asi pues, lo dejó en el suelo, y sintió un gran alivio al ver que echaba a trotar y se adentraba en el bosque".

Alice in Wonderland

martes, abril 28, 2009

La influenza y sus metáforas (2)

"La proliferación de informes o de proyecciones de posibles fines del mundo irreales (es decir, inaferrables) tiende a producir una serie de reacciones que niegan la realidad […] El modo con que la enfermedad se presenta como perfecto depositario de los miedos al futuro más generalizados hace que hasta cierto punto sean irrelevantes los predecibles esfuerzos por colgar la enfermedad como una etiqueta a determinados grupos".

Susan Sontag, La enfermedad y sus metáforas,
Santillana, 2003

lunes, abril 27, 2009

ante la falta de cubrebocas

de aquí salen dos... y reforzados.

Ahora sí, vámonos pa la calle...

El amor en los tiempos de la influenza (2)

"Cuando Florentino Ariza la vio por primera vez, su madre lo había descubierto desde antes de que él se lo contara, porque perdió el habla y el apetito y se pasaba las noches en claro dando vueltas en la cama. Pero cuando empezó a esperar la respuesta a su primera carta, la ansiedad se le complicó con cagantinas y vómitos verdes, perdió el sentido de la orientación y sufría desmayos repentinos, y su madre se aterrorizó porque su estado no se parecía a los desórdenes del amor sino a los estragos del cólera. El padrino de Florentino Ariza, un anciano homeópata que había sido el confidente de Tránsito Ariza desde sus tiempos de amante escondida, se alarmó también a primera vista con el estado del enfermo, porque tenía el pulso tenue, la respiración arenosa y los sudores pálidos de los moribundos. Pero el examen le reveló que no tenía fiebre, ni dolor en ninguna parte, y lo único concreto que sentía era una necesidad urgente de morir. Le bastó con un interrogatorio insidioso, primero a él y después a la madre, para comprobar una vez más que los síntomas del amor son los mismos del cólera. Prescribió infusiones de flores de tilo para entretener los nervios y sugirió un cambio de aires para buscar el consuelo en la distancia, pero lo que anhelaba Florentino Ariza era todo lo contrario: gozar de su martirio".

Gabriel García Márquez, El amor en los tiempos del cólera

(toca al lector cambiar "cólera" por "influenza" y los nombres de los personajes por los que se le antojen... total, que para eso es la literatura...)

moda



Después de la crisis económica —aunque ese después suena sospechoso—, llega esta epidemia a nivel mundial. De todo se ha dicho: apocalipsis, experimento, error humano, castigo divino, exageración con motivos económicos, distracción, venganza de un planeta cansado... y para colmo tiembla en sus centros la tierra.

En San Luis Potosí hay desconfianza hasta del aire que respiramos, y nadie sabe nada y no hay cubrebocas. Salgamos con capa embozados al estilo drácula o adoptemos un look acorde con el gobierno y el sistema económico que padecemos.

domingo, abril 26, 2009

sábado, abril 25, 2009

La influenza y sus metáforas (1)

"Tal como la Enfermedad es la mayor de las miserias, así la mayor miseria de la enfermedad es la soledad que tiene lugar cuando la naturaleza infecciosa de la enfermedad disuade de acudir a quienes han de asistir; cuando hasta el Médico apenas se atreve a venir...se trata entonces de una proscripción, de una Excomunión del paciente..."

John Donne, Devotions upon Emergent Occasions
citado por Susan Sontag, La enfermedad y sus metáforas
Santillana, 2003