Cuando a ciertos funcionarios o a los pasajeros de un ómnibus se les anuncia que están tratando con un poeta, reciben la noticia con una ligera desconfianza teñida de inquietud. Supongo que la cualidad de filósofo provoca una reacción parecida. Este último sin embargo se encuentra en una posición más confortable ya que puede adornar su profesión de un título científico. Doctor en Filosofía ya es algo más serio.
Los doctores en poesía no existen. En fin, ¿por qué no se podría ejercer este oficio una vez hechos los estudios necesarios, haber pasado satisfactoriamente los exámenes, producido un buen número de disertaciones enriquecidas de bibliografía, hasta que finalmente se otorga el solemne diploma? Lo que significaría que para ser poeta no sería suficiente una hoja llena de poemas, aunque estos sean excelentes, sino que además sería necesario un papelito con su sello correspondiente. Recordemos que fue por falta de este pedazo de papel oficial que la gloria de la poesía rusa, el laureado Premio Nobel Joseph Brodsky, fue condenado al exilio. Lo tildaron de parásito porque no poseía el certificado oficial que le permitiera ser poeta."
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