viernes, enero 19, 2024

Cuautla según José Agustín

(Tomado de La Tempestad)

La entrada norte de la ciudad se inicia con una estatua de Morelos que durante los ochenta fue conocida como el He-Man, porque mostraba al buen Chema muy aguerrido con un espadón y corpulencia de fisicoculturista. El He-Man en un principio lo puso, con sus ovalados aunque ciertamente arrugados cojoncillos (“¿pasitas, cuándo compré pasitas?”), el gobernador Laurruco Ortega nada menos que en la Alameda, para acabarla de amolar, pero ante el clamor público la quitaron de ahí y ahora echa sus peculiares vibras a los que llegan del DF y a la base de la PFP que se halla a sus pies. Por si fuera poco, hace un año el ayuntamiento perredista nos recetó de despedida un mural anacrónico y pobremente realizado en el arco de la entrada a la ciudad que está más adelante y que afea lo bonito que era.

En los últimos tiempos Cuautla ha crecido mucho, pero anárquica e informemente, en todas direcciones pero sobre todo en el suroriente, arriba de Agua Hedionda, que se ha vuelto la zona más jodida. En realidad Cuautla sigue siendo una ciudad pobre, con escasa pero creciente clase media. Otras áreas han mejorado, como la parte arbolada de Reforma, o la avenida del Sagrario, pero en general apenas parecen entrar aires de buen gusto y modernidad urbana. Sin embargo, si la ciudad no es de las más bellas del país la naturaleza es muy hermosa y tabachines, jacarandas, araucarias y bugambilias se dan muy bien en donde los hay, porque debería haber muchos más árboles y jardines en toda la ciudad. El paisaje humano también es magnífico. La gente en general es buena onda, hasta cierto punto tranquila, tendiente a la introversión; por supuesto no faltan los chismes y los pleitos, pero vive y deja vivir. Yo me he pasado muy contento veinticinco años en Cuautla.

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