Después de los ochenta, rechazarás
el azafrán y el chile, desde siempre
las innobles sandías, las mentiras
del arte del falsario.
Dejarán de angustiarte
las teorías estéticas,
la maldad del azúcar,
el ego, las historias
que la gente se inventa
para alegrar el suyo,
la inabarcable gira
de ajenas cacerías.
Mira las piedras y las hojas,
umbrales de la paz,
sin olvidar que
sobre el descuido
alguien aguarda tu caída inerte.
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