El abismo
Un abismo de silencio nos separa
Yo estoy de un lado del abismo —tú del otro—
No puedo verte ni oírte —pero sé que estás allí—
Suelo llamarte por tu nombre infantil
y finjo que el eco de mi grito es tu voz.
Cómo podemos franquear el abismo —nunca hablándonos, tocándonos—
antes pensaba que podíamos llenarlo con nuestras lágrimas,
ahora quiero destrozarlo con nuestra risa.
* * * * *
El encuentro
Comenzamos a hablar,
nos miramos; dejamos de mirarnos.
Las lágrimas ascendían a mis ojos
pero no podía llorar,
deseaba tu mano,
pero mi mano temblaba.
No dejabas de contar los días
para nuestro siguiente encuentro,
pero los dos sentíamos en el corazón
que nos separábamos para siempre.
El crujido del reloj llenaba la habitación,
«escucha», dije, «es tan fuerte
como el galope de un caballo en un sendero solitario;
así de fuerte, como un caballo galopando en la noche».
Me hiciste callar en tus brazos
Pero el sonido del reloj ahogó el latido de nuestros corazones.
Dijiste: «No puedo irme: todo lo que vive de mí
está aquí para siempre».
Después te fuiste.
El mundo cambió. El ruido del reloj se hizo débil,
se fue perdiendo, se tornó minúsculo.
Susurré en la oscuridad: «Moriré si se detiene».
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