domingo, julio 18, 2021

Dos poemas de Brígido Almendárez


Heráclito responde

Los únicos que merecen un nombre son los que arden. Los que no van a ninguna parte. Los que se quedan para siempre. En los que nadie se baña dos veces, porque nunca nadie se ha bañado antes. Los que no tienen principio ni fin. No van al mar. No desembocan.  Esos son los ríos que a mí me interesan. Por esos ríos ya nadie pregunta.


* * * * * 

Adenda a San Juan 1:1

En el principio era el verbo. Y el verbo era confuso. Y la confusión se hizo carne. Y la carne se fundió en el cemento. Y el cemento fue lápida. Y la lápida incendiaria. Y lo incendiario fue el tiempo. Y el tiempo fue noche. Y la noche fue lapidaria. Y lo lapidario fue llama. Y la llama devino en hoguera. Y la hoguera fue ceniza. Y la ceniza —antes— testimonio del fuego. Y el fuego fue esparcido por el viento. Y el viento nos llevó a todas partes. Y todas partes fueron una. Y tú fuiste todas. Y todas nosotros. Y nosotros un pronombre. Lejano.

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