Basado en una historia actual.
Su sonrisa
Llegó sonriendo a la escuela, todos estábamos enfundados en sendos suéteres, abrigos o chamarras. Nos arremolinábamos esperando que abrieran el aula. La sonrisa de Ed se adelantaba a su voz, frente a nosotros mostró sus dientes blancos y encuadrados haciendo juego con su corte de pelo tipo militar color negro destino, tórax robusto y camisa obscura de manga corta. Él fresco y relajado, nosotros titiritando y frotando las manos tratando de conservar el calor. La radio registraba un grado centígrado en el Distrito Federal.
Lalo había pasado sus vacaciones en Nueva York, donde la temperatura en invierno se mide en grados bajo cero. Llegar al aeropuerto de la Ciudad de México era una brisa cálida, así que cuando nos vio temblando soltó una risa burlona pero simpática. Así era él. Han pasado más de 20 años y este recuerdo salió a flote con la noticia de que "algo" le sucedió.
Los años
Los años se vuelven útiles para quienes los trabajan, inútiles para quienes los olvidan. Los años pasan de largo y no reparan en los que se sube o se baja en las horas o en los días que lo ocupan. El tiempo es el mayor constructo imaginado por el ser humano e intangible como el amor. Todos creemos en él, estamos pendientes de él como si fuera una verdad y cuando llega la hora del final lo deconstruimos como una mentira. ¿Por qué regresamos al pasado cuando el presente se tambalea?
La pregunta
¿Saben algo de Ed?
Así comenzó el jueves, una pregunta publicada en el grupo de Facebook. Nadie escribía en ese viejo chat desde hace nueve años.
Tenía más de una semana que no consultaba las redes sociales, alejada de las cuentas personales.
Investigar la respuesta fue fácil, su familiar posteó el motivo en un texto largo, doloroso y con mucho enojo: Ed se había contagiado de Covid en el hospital.
El reclamo es generalizado: unos tratan de curar y otros se contagian de forma exponencial.
La pandemia
Han pasado 10 meses que este virus saltó del murciélago al humano. Los motivos que causaron la pandemia fluctúan entre noticias de tráfico de especies exóticas en el mercado negro de Wuhan hasta las teorías conspiracionistas de la producción intencionada de un virus genéticamente modificado para controlar el crecimiento de la humanidad.
El tiempo
Todo se cuenta en segundos, minutos, horas, días, semanas, meses, años. La vida se nos va en contra. Cuánto oxigeno se difunde en el organismo, cuántas unidades desciende la oxigenación, cuántos suspiros y cuántas inspiraciones han aumentado cada vez que tragas bocanadas de aire que se fugan en el deseo de no morir.
Contamos cuántas veces cuesta más trabajo respirar, cuántas veces deseamos no ser intubados. Lo negamos un sinfín de veces: esto no nos está pasando a nosotros. Contamos el número de esperanzas alojadas en nuestros conteos, los minutos que nos quedan para ser dormidos, antes que aparezca el médico vestido de azul, con careta y sin rostro, una voz más que precede el viaje de la vida o la muerte. Contamos cuántos días dormiremos antes de no despertar. Todos se duermen en el sueño del anestesiólogo que te lleva a una relación indefinida con un ventilador mecánico.
La mierda
Pero no alcanzan las inspiraciones profundas para compensar un pulmón hecho mierda, donde el oxígeno no encuentra donde descansar y hacer lo que sabe hacer: mantenernos vivos. El pulmón de Ed esta hecho mierda, se consume, lo consume el virus.
Los expertos
Los inexpertos que entramos a guardias Covid nos volvimos los expertos para los que no han entrado, en los momentos que no hay más personal que nosotros. Los inexpertos que han mirado al virus de lejos y nosotros los que hemos mirado al virus de frente, aprendiendo por necesidad, porque la ciencia es la ciencia y en los artículos esta, porque hoy la tecnología nos acerca y nos pueden coordinar vía remota. Si no hacemos esto, quién entonces apoyara a los verdaderos expertos. Un buen bloque de personal se fue por vulnerabilidad.
El vestido nuevo
Nos cuidamos de usar un equipo de protección personal emulando a los médicos de La Peste. Ahora portamos una pijama quirúrgica, un overol blanco que cubre hasta la cabeza, botas quirúrgicas, triple guante quirúrgico (yo llevo los míos de nitrilo para mayor protección), cubrebocas N95 y en mi hospital encima del N95 colocamos uno plisado, googles herméticos y la cereza del uniforme es la careta. Esta vestimenta no nos permitirá orinar o defecar en las próximas 12 horas y nos hará sudar hasta que la cabeza nos quiera reventar, en este nuevo vestuario la palabra cansancio no existe. Así es el vestido nuevo de la Peste del año 2020.
La impotencia
Es imposible conseguir información de Ed. Soy médico, pero no puedo solicitar informes sin ser el familiar, así que posteo ayuda en mis redes sociales para buscar un contacto, alguien que nos dé luz, que nos permita controlar la zozobra de saber si morirá o no. Hoy se contactó una anestesióloga, prometió darme informes más tarde. Ya pasaron 72 horas y no sabemos nada.
El verano
Casi a punto de terminar el verano, mi grupo cada día enloquecía más. La exigencia voraz de la competencia nos llevó a grados extremos, a puntos fluctuantes, a acciones hostiles. Éramos el segundo grupo en la escuela con altos estándares de competencia, éramos uno y éramos todos, éramos islas y éramos desierto. Ahí todos conocimos a Ed, era 1993. A unos el tiempo les regaló años de semanales cofradías, a otros nos alejo de él.
Y como la regla es la regla, la desgracia nos reúne. Así que no tengo ninguna historia entre 1998 y noviembre de 2020, la historia empezó el jueves.
La vergüenza
Nos acercamos con los recuerdos, unos buenos y otros malos, pero en el infortunio nos aguantamos la vergüenza y preguntamos, superamos las rencillas del pasado, ofrecemos lo único que nos queda: una oración por él. Porque cuando hemos topado entre todos que ser médicos no basta, de este lado de la historia somos igual a todos, no tenemos noticias de nuestro enfermo, se acercara el fin de semana y la ausencia de información será la posibilidad más probable.
Médicos
Somos médicos, pero no somos sus médicos. Esta vez solo somos amigos, somos pasado y nos convertimos en presente. Nos acercamos a rezar porque ante esta nueva peste no existe algoritmo eficiente, no existe tratamiento vital, apostamos a la cura emergente sin certeza de que funcionará. He mirado sus cifras: ferritina y Dímero D queriendo alcanzar el cielo, interleucina 6 … deseo se quede sigilosa, nerviosa y pensante, no quiero que se eleve porque si sucede la esperanza solo será una buena intención. Abro los ojos, miro la pantalla y veo los valores que superan los 20 mil, se me descompone el sentimiento porque he visto las mismas cifras en los que se mueren. A veces quisiera ignorar y solo ver en esos números un valor apremiante por ser mucho, pero sin saber que significa.
La fiesta
Era 1995, habíamos quedados los del grupo vernos en casa de una amiga, de las poquísimas veces que nos reunimos. El objetivo era divertirnos y no estudiar, cosa que no sabíamos hacer juntos. Ed llegó escandaloso, contando que lo había detenido la policía por pasarse un alto porque iba a más de 150 km/hora. El motivo: ya venía tarde a la fiesta. Pasó cerca de 40 minutos explicándole al policía los motivos y las razones por las que un estudiante de medicina se puede pasar un alto a gran velocidad y después, cortés, detenerse a pagar su multa. Fue hábil, logró que el policía le pidiera disculpas y lo dejara ir.
Cierro los ojos e invariablemente veo su sonrisa pachona.
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