Un árbol de monedas
agita su melena
fiera donde el aliento
se sostiene
Deja vibrando flores
pensamientos
que lanzamos a su tronco
Esparce luz violeta
que nos deja ver
lo que era el cielo
Un poco más de cada uno
en los círculos minuciosos
que nos rodean
Las sombras
en su tenue movimiento
advierten una distancia
Las ramas en su oleaje
nos acercan una vez más
Bajo el cielo fuimos
y no somos extraños
Sus colores
nuestros ojos reconocen
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Tomado de La hora y la neblina, de Alberto Blanco. FCE, 2005.
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