martes, mayo 21, 2019

Nanni Balestrini (1935-2019)

«Una actitud fundamental del hacer poesía deviene entonces el "incordiar" las palabras, el tenderles una emboscada mientras se enlazan en periodos, el imponer violencia a las estructuras del lenguaje, el empujar hasta los límites de la ruptura todas sus propiedades. Se trata de una actitud dirigida a solicitar estas propiedades, las cargas intrínsecas y extrínsecas del lenguaje, y a provocar esos nudos y esos encuentros inéditos y desconcertantes que pueden hacer de la poesía una verdadera fusta para el cerebro del lector, que cotidianamente se mueve a tientas inmerso hasta la frente en el lugar común y en la repetición.

Así pues, una poesía como oposición. Oposición al dogma y al conformismo que amenaza nuestro camino, que solidifica las huellas dejadas a la espalda, que nos aprieta los pies, intentando inmovilizar los pasos. Hoy más que nunca esta es la razón del escribir poesía. Hoy, de hecho, el muro contra el que arrojamos nuestras obras rechaza el choque, blando y maleable se entreabre sin resistir a los golpes ―sino para engatusarlos y absorberlos, y a menudo consigue retenerlos e incorporarlos. Es necesario por ello ser mucho más astutos, más dúctiles y más hábiles, en ciertos casos más despiadados, y tener presente que una violencia directa es del todo ineficaz en una edad tapizada con viscosas arenas movedizas.

Es en una época tan inédita, imprevisible y contradictoria, cuando la poesía deberá ser más que nunca vigilante y profunda, sumisa y en movimiento. No deberá tratar de encarcelar, sino de seguir las cosas, deberá evitar fosilizarse en los dogmas y ser en cambio ambigua y absurda, abierta a una pluralidad de significados y ajena a las conclusiones para revelar mediante una extrema adherencia lo esquivo y lo mutable de la vida.»

(1960, traducción de Nacho Duque García).

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