lunes, mayo 07, 2018

Temas relevantes

Un "chiste" compartido en Twitter por un "periodista" al servicio del régimen desencadenó reacciones de condena, y no faltó quien lo justificara en nombre de la libertad de pensamiento y de expresión (algunos hasta criticaron por ejemplo que PIT II "incitara al odio" por una playera en la que se lee "Menos Paz y más Revueltas"). Lo cierto es que ya no se pueden permitir estas burlas de los voceros-bufones oficiales. En medio, mucho encono, descalificaciones y falacias. Al "periodista" ya le fueron cancelados algunos de sus espacios. 

Se habló (se hablará seguramente un buen tiempo) a la ligera de censura y de linchamiento. 

La imagen del intelectual (muchos parecen haber perdido la brújula) se desdibuja ante la del opinólogo y se minimiza o maximiza un tema según la ideología o los prejuicios normalizados. Viene muy ad hoc la opinión del filósofo alemán Jürgen Habermas, en una entrevista para el diario español El País (los subrayados son míos):
"Desde Heinrich Heine, la figura histórica del intelectual ha ganado altura de la mano de la esfera pública liberal en su configuración clásica. Sin embargo, esta vive de unos supuestos culturales y sociales inverosímiles, principalmente de la existencia de un periodismo despierto, con unos medios de referencia y una prensa de masas capaz de dirigir el interés de la gran mayoría de la ciudadanía hacia temas relevantes para la formación de opinión política. Y también de la existencia de una población lectora que se interesa por la política y tiene un buen nivel educativo, acostumbrada al conflictivo proceso de formación de opinión, que saca tiempo para leer prensa independiente de calidad. […] el efecto fragmentador de Internet ha desplazado el papel de los medios de comunicación tradicionales, en todo caso entre las nuevas generaciones. Antes de que entrasen en juego estas tendencias centrífugas y atomizadoras de los nuevos medios, la desintegración de la esfera ciudadana ya había empezado con la mercantilización de la atención pública. Estados Unidos y su dominio exclusivo de la televisión privada es un ejemplo espeluzante. Ahora, los nuevos medios de comunicación practican una modalidad mucho más insidiosa de mercantilización. En ella, el objetivo no es directamente la atención de los consumidores, sino la explotación económica del perfil privado de los usuarios. Se roban los datos de los clientes sin su conocimiento para poder manipularlos mejor, a veces incluso con fines políticos perversos, como acabamos de saber a través del escándalo de Facebook.

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