viernes, enero 13, 2017

Viernes 13

Escribo estas líneas a las tres de la mañana del viernes 13. Quiero dormir pero me sobran pensamientos y cafeína. Y palpitaciones. Leo aquí y allá noticias (pésimos pretextos, ataques, notas que parecen pagadas), y algunas nuevas anotaciones en blogs literarios. Escribo que me extraño. Quisiera recordar más y extrañar menos. Menos mal que no soy triscaidecafóbico. ¿Dónde estaba otros viernes 13? La asignación arbitraria de números a los días y la misma existencia de los días no es fiable. Mido el tiempo desde que no la abrazo. Desde el lunes son muchos días.

"Lo he visto todo. No obstante, ahora no se trata de lo que he visto, sino de cómo lo he visto", escribió Anton Chejov. Y creo que, si no todo, he visto mucho. Y quiero escribirlo, a pesar de mi cerebro que no retiene tantos detalles. A ratos creo que merezco todos los epítetos que me han endilgado quienes me imaginan. Eso somos, seres imaginarios tras el fin del mundo. Parece que el mundo se acaba. Por lo menos para mí. Pero quiero escribir, bucear en lo poco que queda. Y es que adentro de mí hay sensaciones que nadie parece comprender —ni con quien he hablado más de mí (de lo que pienso y siento) parece entenderlo—, quizá hacen bien. Ni yo sé por qué reacciono, digo, siento, digo, hago, digo, digo. Escribir es un poco como hablar solo, y en voz alta. Quizá alguien te escuche y hasta te responda.

"La realidad es una mera ilusión, aunque una muy persistente", dijo Einstein. La realidad es el abrazo, ese que nos dimos al despedirnos. Lo demás han sido horas insignificantes, olvidables.

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