»En los últimos años el relato breve, dentro y fuera de nuestro idioma, ha experimentado un colosal proceso de crecimiento, recapitulación y autocrítica, ante el cual muchos aún no son del todo conscientes o prefieren cerrar los ojos y mantenerse ignorantes, anclados en la inercia. Allá ellos. Todavía nos faltan armas críticas y un discurso teórico de altura con el que cartografiar, debatir y sopesar este nuevo fenómeno que se anuncia irreversible. Ya no tiene sentido la vieja aspiración de producir cuentos perfectos, manicurados y esféricos, en los que "nada sobra y nada falta". Al contrario; ya no hay cuentos "normales". Los cuentos que aún merecen la pena tienden a ser excesivos, desabrochados y con algo de febrícula. Desafían las normas clásicas, las incumplen o subvierten a sabiendas. Ya no hay cuentos, sino desviaciones de cuentos. El postcuento ha irrumpido con la fuerza de una anomalía o un contagio. El panteón sagrado del cuento ha comenzado a agrietarse y por sus rendijas asoma otra luz, otro aire. Por fin. Ya era hora.»
En El Cultural
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