Imagino, de igual modo que en el recuerdo
nos imagino cada vez más estilizados,
retratados con más amoroso detalle,
que yo no soy yo sino alguien
que pude haber sido: asexuado,
indulgente en mis juicios sobre arte,
disfrutando, digamos,
de las ensayadas posturas
de San Antonio o San Jerónimo,
apacibles sueños hermafroditas
sobre los que el exceso de memoria
prosigue su propia abstinencia.
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