Fragmento de La literatura y el derecho a la muerte.
La dificultad radica en que el escritor no sólo es varias personas en una, sino en que cada momento de sí mismo niega a todos los demás, lo exige todo para sí solo y no soporta ni conciliación ni compromiso. El escritor debe responder al mismo tiempo a varias órdenes absolutas y absolutamente diferentes, y su moral está hecha del encuentro y de la oposición de reglas implacablemente hostiles.
Una dice: No escribirás, seguirás siendo nada, guardarás silencio, desconocerás las palabras.
La otra: Conoce sólo las palabras. —Escribe para no decir nada.
—Escribe para decir algo.
—Ninguna obra, sino la vivencia de ti mismo, el conocimiento de lo que desconoces.
— ¡Una obra! Una obra real, reconocida por los demás e importante para ellos.
—Borra al lector.
—Desaparece ante el lector.
—Escribe para ser sincero.
—Escribe por la verdad.
—Entonces, sé mentira, pues escribir con vistas a la verdad es escribir lo que aún no es cierto y que tal vez nunca lo será.
—No importa, escribe para actuar.
—Escribe, tú que tienes miedo de actuar.
—Deja hablar en ti a la libertad.
— ¡Oh! No dejes que la libertad sea palabra en ti.
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