Irónicamente, aunque la madre es el ser más cantado y comercializado, junto con el amor de catorce de febrero, algo my bueno "no tiene madre" o "está de poca madre", mientras que algo malo "vale madre".
En el capítulo "Madre y desmadre del mexicano" de La increible hazaña de ser mexicano, Heriberto Yépez nos habla de lo que decíamos al principio: estamos madreados por el círculo vicioso del sacrificio abnegado de las "santas" madres y la culpabilidad del hijo por no poder retribuir este sacrificio: "El mexicano es nutrido con exceso de información materna. Un exceso que, paradójicamente, proviene de mujeres no autorrealizadas. Y una carencia de información masculina [...] El fracaso mexicano es un gran tributo a las madres no autorrealizadas".
Sin entrar en otros polémicos temas de este libro (que dejaremos para otro día en que no estemos hasta la madre), concuerdo en que siempre caemos en generalizaciones estériles: la madre como santa, la imagen de sacrificio (y negación de la sexualidad), la cusilería de los poemas maternos, el regalo de electrodomésticos para que sigan atadas a la cocina, la abnegación tipo Sara García, el machismo semiencubierto para los hijos y una mayor carga para las hijas, errores en que incurren padres y madres por igual.
Son pocos los casos que se salvan.
"Por la anciana infeliz que sufre y llora; /y que del cielo implora /que vuelva yo muy pronto a estar con ella; /por mi Madre, bohemios, que es dulzura /vertida en la amargura /y en esta noche de mi vida estrella", dice el potosino Guillermo Aguirre y Fierro en El brindis del bohemio, o recordemos aquella otra de "Tú que tienes una madre todavía, dale gracias a Dios que te ama tanto.."
Pero el poema que se lleva la palma en cursilería materna, creo, es aquel en el que la amada pide al doncel que como prenda de amor le lleve el corazón de su madre, lo cuál éste cumple, apuñalando a su progenitora, y que termina así:
Aguijoneado corrió
por la fiebre y el deseo,
pero al llegar tropezó
y por el suelo rodó
con su espantoso trofeo.
Y al dar en el pavimento
ese ensangrentado lío
murmuró con tierno acento:
"¿Te has hecho daño, hijo mío?"
Festejemos, pues, a toda madre.
Hombre, santificar a la madre porque sí, me parece bobo, no todas las madres son iguales; pero yo, como madre, te digo que hay mucho de verdad en toda la tinta vertida sobre este tema. En general, la madre es el único ser que se entrega sin condiciones durante toda la vida. No es baladí que a través de los siglos siga siendo reconocida. Pero hay de todo, qué duda cabe.
ResponderBorrarUn abrazo.