... para qué le hacen cosquillas.
Pasaba de la medianoche cuando el escrutinio terminó. Los votos válidos no llegaban al 25 por ciento, distribuidos entre el partido de la derecha, trece por ciento, partido del medio, nueve por ciento, y partido de la izquierda, dos y medio por ciento. Poquísimos los votos nulos, poquísimas las abstenciones. Todos los otros, más del setenta y cinco por ciento de la totalidad, estaban en blanco... (José Saramago)
Según las más recientes cifras (ver reporte Índigo) bien nos irá si van a votar el 42 por ciento de los compatriotas empadronados, tal vez menos. Fueron 35 millones de pesos diarios gastados en motivar a quienes se desmotivan con los despidos, con la crisis, con la familia en peligro, con la educación como botín personal, con las palabras acalladas, con la lucha contra el narco en demérito de otras necesidades, con los catarritos e influenzas. Votaría en blanco si previera que, como en Ensayo sobre la lucidez, todo mundo saldrá a dejar su papeleta en las urnas, pero vivimos en México. El voto blanco o nulo es una opción que será más retomada por quienes usualmente votan por la izquierda, por quienes son críticos, no parece haber hecho mella en el voto duro, corporativo, en los militantes que harán que gane un partido con a duras penas 17 por ciento de un total abúlico. No sé por quién votaré, pero sé por quién no votaré.
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