viernes, julio 24, 2009

papeles en blanco (de un cuento de Yasumari Kawabata)

¡Cuántas historias cree uno que las escribe cuando es el Lector quien las transforma a su antojo...! Me gusta que me lean que para eso escribo, o no, como el personaje de Yasunari Kawabata:

Hay una novela de mi padre en la que he pensado con frecuencia desde que le sucedió este percance. En ella escribió sobre un joven que le enviaba unas cartas extrañas todos los días y que deseaba ser escritor. El muchacho se volvió loco y lo recluyeron en un manicomio. Por ser peligroso no le permitían tener ni plumas, ni tinteros, ni lápices. Lo único que podía tener en la habitación eran resmas de papel de escribir. Cuentan que se pasaba el día frente al papel en blanco escribiendo... o más bien, con la idea de que estaba escribiendo. Porque el papel permanecía en blanco. Lo que he dicho hasta aquí fueron los hechos. Lo que sigue es el relato de mi padre. Cada vez que su madre iba a hacerle visita, el muchacho le pedía: "Mamá, escribí algo, ¿me lo lees, por favor?". Al ver la hoja de papel sin una letra, la madre sentía ganas de llorar. Sin embargo, mostraba un rostro sonriente y le decía: "Está muy bien escrito. ¡Qué interesante!". Con mucha frecuencia, importunada por los ruegos de su hijo, la madre le leyó la hoja de papel en blanco. Se le ocurrió contarle sus propias historias, haciendo ver que las leía. En eso consiste la idea de papá. La mamá le cuenta al joven su niñez. El joven loco cree que lo que escucha es el documento que él escribió con sus propias memorias. Los ojos le brillan de orgullo. La madre no sabe si él comprende o no lo que le cuenta. Sin embargo, al repetir la historia cada vez que lo visita, se va volviendo poco a poco más hábil hasta que tiene la impresión de estar leyendo de verdad una obra de su hijo. Recuerda cosas que había olvidado. También los recuerdos del hijo se van tornando más hermosos. El hijo convoca el recuerdo de la madre, colabora con ella, reconstruye los hechos. No hay modo de saber si se trata del relato de la madre o del relato del hijo. Mientras la madre está contando la historia se olvida de sí. Puede olvidar la locura del hijo Mientras el hijo escucha la lectura con tanta concentración no es posible discernir si está loco o no. Durante esos instantes, el alma de la madre y del hijo se funden en una sola. Se sienten felices como si estuvieran viviendo en el cielo...
"Sin palabras", Primera nieve en el Monte Fuji

No hay comentarios.:

Publicar un comentario