Ojos rojos, un perro aulla. Prendo la luz. Noche negra con pantalla en blanco, tantos sueños y tan poco sueño cuando Orfeo se convierte en sal al mirar hacia atrás. Si no era Orfeo (¿su esposa?) era parecido, feo de nombre, feo final. La música es la misma, creo. Conmueve igual.
La pantalla sigue en blanco: sólo se me ocurren lugares comunes para nombrar lo extraordinario de este sueño, el que no llega. De tanto pensar en Orfeo aleja a Morfeo.
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