El pasado 19 de julio falleció Frank McCourt, famoso por su novela Las cenizas de Ángela. Va aquí un fragmento de El profesor (Norma, 2008), su homenaje a los "guías y consejeros, no supervisores de tareas".
Imaginas que entras al aula, te detendrás por un momento, esperarás a que se haga silencio, los mirarás abrir cuadernos y preparar las plumas, dirás tu nombre, lo escribirás en el pizarrón, procederás a enseñar.
Sobre el escritorio tienes el programa de inglés provisto por la escuela. Enseñarás ortografía, vocabulario, gramática, comprensión de lectura, redacción, literatura.
Estás ansioso por llegar a la literatura. Tendrás enérgicas discusiones sobre poemas, obras de teatro, ensayos, novelas, cuentos. Las manos de ciento setenta alumnos se agitarán en el aire mientras oyes: "¡Yo, señorMcCourt, yo, yo, quiero decir algo!"
Tienes la esperanza de que querrán decir algo. No quieres que se queden allí mirando el infinito mientras luchas por mantener viva la lección.
Te darás un festín con la literatura inglesa y la norteamericana. Qué bien la pasarás con Carlyle y Arnold, Emerson y Thoreau. Estás ansioso por llegar a Shelley, Keats y Byron, y al viejo amigo Whitman. Tus alumnos amarán todo ese romanticismo y rebeldía, toda esa provocación. Tu mismo la amarás, porque muy en el fondo de tus sueños eres un romántico desenfrenado. Puedes imaginarte en las barricadas.
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