lunes, febrero 04, 2008

un ser inspirado

Tomado del Curso de Teoría literaria I, de Emilio Irigoyen

En el Ión, Platón sostiene que el verdadero autor de un texto es Dios, y el poeta un mero ser inspirado. En la doctrina platónica de la reminiscencia, según la cual el alma guarda un recuerdo el mundo de las ideas, la poesía es considerada como un reflejo de un reflejo: el mundo visible es un reflejo de la dimensión ideal, y la poesía no es más que un reflejo de ese mundo material e imperfecto. En la concepción platónica está ausente pues toda idea fuerte de creación, tal como la entendemos hoy: se trata de una imitación, de una desleída copia.

La concepción platónica de la poesía como imitación o reflejo fue cuestionada por su discípulo Aristóteles, quien en su Poética afirma el papel activo de la poesía como representación. Aristóteles organiza el conjunto de fenómenos lingüísticos que nosotros vinculamos a lo poético, e inventa el discurso destinado a explicar esos fenómenos, “analiza la situación de la poética como discurso sobre la poesía” (Mignolo). En realidad, los principios epistemológicos de la Poética no son nunca claramente formulados: el texto, después de todo, no es una “obra” de Aristóteles sino una serie de apuntes preparatorios que sus discípulos publicaron después.

En la visión aristotélica el artista no es un artesano que reproduce o copia, sino un técnico, un productor. Junto a esta nueva figura del artista se dibuja la del crítico, igualmente novedosa: aquel que produce un discurso que trata de lo poético pero no es él mismo un discurso poético. Ya Platón había presentado la idea de un grupo de censores que debían controlar la actividad poética, pero estos debían depender de un filósofo, que fijaría los lineamientos a seguir. Para él, pues, el conocimiento y la regulación de lo poético no constituyen un saber técnico específico, sino una mera extensión o aplicación de la filosofía. En Aristóteles, en cambio, el crítico es responsable de evaluar él mismo la producción poética. No es sin embargo un técnico (alguien que domina una técnica o arte), como lo es el propio artista o poeta, sino que su saber y su proceder se aproximan más a los del científico (en el sentido aristotélico).

En todo caso, el conocimiento adquirido por el crítico de la poesía puede ser apropiado por el poeta, que lo transformará en la base de su arte. El discurso metaliterario pasa de la función de censor a la de legislador, rector de la actividad poética. Se funda así la tradición de una poética normativa, vale decir un conjunto de reglas y preceptos a los que el poeta debe ajustarse y que debe aplicar para conseguir una obra valiosa. Esta idea de la poética será la dominante hasta el Romanticismo. Entre las formulaciones más autoritarias y extremas de esta tradición pueden citarse las poéticas neoclasicistas de los siglos XVII y XVIII, que recurrirán todavía a la autoridad de Aristóteles (a una visión muy deformada del mismo, por cierto). Contra ellas se rebelarán varios teóricos del siglo XVIII y la generalidad de los románticos, en quienes la percepción del hecho poético asume las características que la mayor parte del entorno letrado asocia todavía con el concepto de literatura.

1 comentario:

  1. Anónimo4:53 p.m.

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