viernes, noviembre 02, 2007

Semana de muertos 2007 (10): Fermin Rodriguez Briones


Cuando alguien moría decía que ya no había alcanzado a cargar los peregrinos o que se había pelado de casquete corto. Y Fermín Rodríguez Briones se nos peló justo el 31 de octubre. Alguien dijo que llegó "en safe" al altar de muertos, y sí, allí estuvo muy sonriente, desde la fotografía. Yo me lo imaginaba todavía en el convivio, pasando por segunda vez por su ración de tamales. Aún no lo creo.

Ferminator para algunos, Ferrucho para su familia, don Fermín, deja un lugar insustituble en El Colegio de San Luis, sobre todo en el departamento de difusión y publicaciones, al que estuvo adscrito desde hace algunos años.

Ya no alcanzó a cobrar su quincenota y sus valesucos, ni recibirá a los posibles compradores de libros en las mesas que siempre atendía. Pásele, todavía hay, llévele llévele...

—Blop.
—¿Bueno?
—Blop.
—¿Quién habla?
—la vieja diabla...

Cuando alguien cumplía años le decía: "ojalá que llegues a cumplir la edad que representas". Y "ay nanita", muchos se sorprendieron con esta muerte abrupta al saber que Fermín nació en 1953, pero era canoso prematuro.


Delegado de Conacyt, funcionario electoral, divulgador de la ciencia, pobresor del Colegio de Bachilleres, padre amoroso, llevado con algunos, negociador, cliente del Peñasquito, admirador del Che Guevara, promotor de licenciatura, pintor de perreras, vendedor de tamales, matemático experto, doctor corazón, coyote, repartidos de cascajo, capacitador, calígrafo, ingeniero disel ("dice él que es ingeniero"), ingeniero, y de todo un poco.

Como hombre de ingenio ("¿cómo lo supo?", "se le notó en la mirada", diría él), nos quedamos cortos tratando de recordar en unas horas todas sus frases célebres, que ya pasaron al acervo de muchos como este escribidor y que fueron saliendo durante el velorio, lo mismo que sus chistes favoritos. Como jugador de palabras tuvo bronca con muchos, y su humor a veces lindaba con lo socarrón, pero siempre sabía echar la mano. Le encantaba "rascarle la panza al tigre", y decía que sus hijos no le decían papá sino pa-pán, y que "Dios perdona el tiempo no", y que "aquí hasta el chimuelo masca rieles". Le daba "pellizco" al cajero y, "ni moncho", se enfermó porque de joven le gustaba "echar líquido" y "pensaba que era agüita..."

En su último recado escrito, firmado el 23 de octubre, se despide: "saludos a los sobrevivientes".

Los invito a ver un excelente homenaje que le rindió el colega Ernesto Zavaleta en la página de El Colegio de San Luis:
http://www.colsan.edu.mx (dar click en el nombre de Fermín)

No hay comentarios.:

Publicar un comentario