Te contienes, oh Forma, en el suntuoso
muro que opones de encarnada espuma
al oscuro apetito de la bruma
y al tacto que te erige luminoso.
Dueña así de un dinámico reposo,
marchas igual a tu perfecta suma
ay, como un sol, sin que el andar consuma
ni el eco mismo de tu pie moroso.
¡Isla del cielo, viva, en las mortales
congojas de tus bellos litorales!
Igual a ti, si fiel a tu diseño,
colmas el cauce de tu ausencia fría;
igual, si emanas de otra tú, la mía,
que nace a sus insomnios en mi sueño.
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