Un intenso momento de reflexión para quien escribe es a la hora de hacer la dedicatoria del libro que ya se va a la editorial, o a la imprenta. Ahí permanecerá un nombre junto al propio, entrelazado, como en una penca de maguey. Muchas palabras se han dedicado a las dedicatorias, que son, con las cuartas de forros y los colofones, de los paratextos que más me hacen pensar.
Esta dedicatoria es bella. Neil Gaiman en Los hijos de Anansi:
Luego vendrán las dedicatorias autógrafas, en algunos ejemplares. Según el sapo es la pedrada y odio repetirme, pero cada libro tiene una tonada que guía las palabras antes de la firma.
Mi admirado Etgar Keret tiene al respecto un cuento maravilloso:
Mi admirado Etgar Keret tiene al respecto un cuento maravilloso:
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