Según su etimología, Miguel significa "¿Quién como Dios", y su diminutivo da nombre al barrio potosino más famoso por ser acuarelado por Pepe Guizar como el centro de México. Un barrio que casi siempre tiene un charco en su atrio y que permite imágenes de espejo, o sea que es un barrio que juega con nuestros sentidos y antes fue un pueblo de otomíes y tlaxcaltecas.
Sede del Hospital Materno Infantil, y de la clínica del ISSSTE, muchos nacimos en el barrio de San Miguelito. Hasta que cumplí dos años y poco después de que nació mi hermano Roberto Gerardo, mi familia vivió allí, en el 120 de la calle de República.
Por su caracter guerrero, el arcángel Miguelito acompañó a los españoles en su conquista de América, siempre con sus alas abiertas (entre más grandes, mejor), su espada en llamas y plena de rayos, su armadura romana y un dragón o serpiente a sus pies.
Por cierto, cuentan que la imagen que corona su templo en este barrio no es la original, pues aquella fue destruida justamente por un rayo, como los de la espada que porta.
En texto y en imagen mucho se ha comparado a Mikael con Zeus o Thor, dioses del rayo, o con Tezcatlipoca y Huitzilopochtli, dioses guerreros. El sincretismo resultante de la evangelización y sus representaciones ha creado imágenes maravillosas. Por ejemplo, en San Miguel el Grande (hoy de Allende), Guanajuato, hay una imagen llamada El Señor de la Conquista, que luce una corona muy diferente a las tradicionales. En otras pinturas, San Miguel lleva pendones muy similares a los de Huitzilopochtli o se le representa muy moreno.
Caso interesante son los murales del templo de San Miguel en Ixquimilpan, Hidalgo, en la frontera con las tierras chichimecas, donde convergen ideas, personajes, dioses y leyendas griegas, cristianas, mexicas y chichimecas.
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