lunes, marzo 09, 2020

Lecturas 5: Clavel

«Era como si el corazón fuera a estallarle en el pecho. Al borde de las vías del Metro, pensó: No puedo más. Y las voces. Sandra había empezado a escuchar voces. Le decían: ¿Por qué no terminas con todo? Nada vale la pena. Hagas lo que hagas no te salvarás. Sería tan fácil cerrar los ojos y saltar. En medio de aquella angustia, esa marea oscura que amenazaba con tragarla, surgió una lucecilla súbita: No puedo morirme sin conocer el Taj Mahal. Contempló la llegada de los vagones y una sensación de vértigo y peligro la obligó a dar un paso atrás. Aterrorizada por lo que había estado a punto de hacer, repitió aferrándose a esa única ilusión: No me puedo morir sin conocer el Taj Mahal.



»Su mente trabajaba a mil por hora. Tenía unos ahorros en el banco. Los gastaría en el viaje. Abandonaría el trabajo y lo que fuera necesario. Se dirigió a la agencia más cercana con tanta premura como si en aquello se le fuera la vida. Consiguió un vuelo con escala en París para el fin de semana siguiente. Pero tendría que permanecer un par de días ahí para aprovechar una tarifa económica de Air India que le incluía un hotel austero en Agra, la ciudad donde se asentaba el palacio de su anhelo. Sonrió después de quién sabe cuánto tiempo sólo de pensar en el castigo de tener que caminar a la vera del Sena, entre las bouquineries y los álamos y liquidámbares que cercaban el río. Era cierto lo de la sonrisa. Lo percibió en los músculos pesados y el esfuerzo para que su rostro se aligerara como si en vez de piel tuviera una rígida máscara de cerámica. Sólo de sentir el poder de esa sonrisa, pensó en todo lo que había estado a punto de perder. De haber cedido a la desesperación, se habría convertido en otra suicida del Metro. Imaginó su cuerpo desmembrado y su carne quemada entre las ruedas como un espectáculo de horror inexplicable para los otros y cerró los ojos...»

Ana Clavel, Breve tratado del corazón

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