domingo, diciembre 29, 2019

Paisaje 2020


Oigo las olas mientras escribo este mensaje. Durante mucho tiempo construí un castillo, lo creí habitable pero era de arena y bastó una ola para llevárselo. Hoy solo queda el mar. Ashram: un paisaje inmenso, intenso, que invita a meditar y me recuerda que debo fluir.

Me siento agotado en muchos sentidos. Como dijo Julio, iré sintiendo menos y recordando más. No sé que vaya a pasar en mi 2020. Dejar solo que la marea haga lo suyo. A ratos, pensar que no hay futuro es casi tranquilizador, por la no necesidad de hacer ya planes a largo plazo, de concentrarme en el rumor de las olas, en la lectura. Como dijo Jorge, ya no seré feliz, tal vez no importa. Cada vez me interesan menos cosas y no trato de convencer a nadie. Espectador, vigía en el faro, así me quedo. Que todo fluya. Las olas algo dicen, hay un mantra.

¿El viejo y el mar, acaso? En lo físico hay fallas, lo normal para mi edad (¿un poco más?), pero por primera vez familia, amigos y terapeuta coinciden en que voy mejorando mentalmente, poco a poco, que me falta aún pero es el momento de reflexionar sobre mí, buscar otros puertos, de empezar a edificarme en todo el sentido de la palabra. Yo diría que debo empalabrarme en todo el sentido de la edificación. Lo dudo a ratos, pero al final del año, soy, para bien o para mal. Escribiré, aunque no sé si publicaré en 2020 aparte de lo que ya está comprometido o en proceso: cada vez pienso más el respeto a las palabras, en lo que pueden ocasionar o doler. Quiero pintar. Podría aprender a tocar guitarra, a hacer grabados. Quiero viajar. Podría irme con Ahab o a cualquier sitio.

¿Habrá nuevas tormentas? Es probable. Los latidos se vuelven palpitaciones a media noche. Las velas son páginas en blanco, hojas del calendario. Aprendo a saber los porqués mientras propongo cómos, los dóndes ya no importan. Seguiré aventando al mar mensajes en botellas, no importa que no lleguen a ninguna parte. En corto, vienen publicaciones, talleres, viajes en páginas, ríos, cielos y carreteras, sí, para compartir lecturas, personalidades y paisajes. Nuevos nudos narrativos, nuevas paletas y pinceles. La palabra, el arte. El estudio está listo, con balcón, escritorio y caballete, una mesa para tallerear, con eso basta por ahora; las maletas están hechas.

En fin. Para todos, que sea un nuevo ciclo con energetizantes vibraciones cromáticas, auditivas, gustativas, táctiles... Que haya buenos sueños y mejores despertares. Donde estemos, que haya generosidad, palabras de aliento y consuelo, gestos y abrazos cariñosos, admiración correspondida, empatía y respeto.

Namasté.


Los tepalcates lloramos a cántaros

Desesperación (1892), Edvard Munch





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