Lo primero que me pareció misterioso fue el tamaño del libro. Descomunal. A cualquier chaval de 10 años un libro de 600 páginas más Ilustraciones, le debe parecer gigantesco y atemorizante.
Así me pareció a mí. Y sí, la idea fue de mi tío el general. Más adelante me enteré que fue ese tío de mamá el que interpuso su gran tamaño y personalidad para que mi mamá leyera desde pequeña, ella dice que le vivió muy agradecida por ese hecho.
Siguiendo esa costumbre le ha de haber regalado Guerra y Paz en su quinto cumpleaños.
Creo que nunca hay que abusar de críos tan pequeños, pues los traumas pueden ser diversos.
A mi me ocurrió un día que estaba en el club en las gradas del estadio de tenis, después de mi habitual sesión de deporte. Tenía yo ahora once años a cuestas y traía mi inseparable tabique conmigo.
Y entonces ocurrió lo peor, aquellas chica por la que todos moríamos en la clase de tenis, se asomó, descubrió mi libro y me dijo: “¡Oh, que tamaño de libro! Debes de llevar más de un mes leyéndolo”. Enmudecí y me puse morado, llevaba yo once meses con él, y todavía no cubría ni la tercera parte.
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