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De oficio
Una mañana, un auténtico aburrido se sienta, inmóvil, callado, a esperar que se lo lleve el atardecer, que la oscuridad lo disuelva. Pero ya que el sol cae y sigue metido en su cuerpo, acaba por aceptar que se salvó para siempre del hastío: ahora es un feliz suicida.
Una mañana, un auténtico aburrido se sienta, inmóvil, callado, a esperar que se lo lleve el atardecer, que la oscuridad lo disuelva. Pero ya que el sol cae y sigue metido en su cuerpo, acaba por aceptar que se salvó para siempre del hastío: ahora es un feliz suicida.
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