Poco antes de terminar mi segunda taza de café alcé mi brazo y giré mi mano en el aire para pedir mi cuenta al mesero. Él asintió y me trajo tu retrato, un lápiz y una libreta. No puedo hacer otra cosa que dibujarte y escribir tu mombre.
Ahora ya no sé si me va a cobrar.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario