lunes, julio 17, 2017

Nombres (1): muertes

Enterarse a destiempo de una muerte es un golpe de realidad.
¿Cuándo?
¿Cómo?
La persona a la que hacíamos viva, bien, de la que nos acordamos poco pero con una sonrisa, ya no estará más, no es posible volver a decirle buenos días, o buenas tardes. Ni estrechar su mano, aunque sea al encontrarnos casualmente.
¿Hubiera sido mejor no enterarse?
Quizá ya ni se acuerdan de uno. A veces se me olvida que muchos han muerto, o no recuerdo los nombres de algunos de quienes me topo en el camino. Hoy no soy quien antes era. No tengo identidad. Lo mejor o lo peor: ya no importa.
Como escribió un narrador en cierto libro de Enrique:
"Soy todo dudas. Tal vez debería clausurar mi excesivo aislamiento... Decir es inventar. Sea falso o cierto. No inventamos nada, creemos inventar cuando en realidad nos limitamos a balbucear la lección, los restos de unos deberes escolares aprendidos y olvidados, la vida sin lágrimas, tal como la lloramos. Y a la mierda.
Soy solo una voz escrita, sin apenas vida privada ni pública, soy una voz que arroja palabras... soy mero flujo discursivo. No he despertado nunca pasiones, menos voy a despertarlas ahora que ya soy sólo una voz..."  
Y luego:
"He dado muchas vueltas a lo del cambio de nombre y me he acordado de Canetti, que decía que el miedo inventa nombres para distraerse... También yo invento nombres para distraerme..."
No estoy. Sigo pensando en un nombre.

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