sábado, enero 07, 2017

Resonancias del afuera - Juan Gelman

«"La invención (literaria), hay que admitirlo humildemente, no consiste en crear desde el vacío, sino desde el caos", escribió Mary Shelley en el prólogo de la edición corregida del texto que se publicó en 1831. Soñaba —despierta— con un nuevo sistema de valores basado en el amor, no en el poder. Pensaba que sólo explorando esa tierra incógnita con la imaginación se podría erigir el mundo igualitario que su marido, sus padres y ella misma querían. El caos era el mundo injusto, sacudido por guerras y voracidades coloniales, por la rapacidad de la burguesía, por la revolución industrial continua, y en el plano ideal, por la contradicción cada vez más desnuda entre el racionalismo del Siglo de las Luces y el irracionalismo de sus partos, que empujaban a los refugios del romanticismo. Y al pavor de la incertidumbre. En 1931, en medio de la crisis más brutal que atravesó Estados Unidos, Hollywood estrenaba el Frankenstein de Boris Karloff y el Drácula de Bela Lugosi. No parece casual. Tampoco la serie de vampiros, el Drácula de Coppola de 1993 incluido, que chupan sangre con insistencia en las pantallas grande y chica —para no hablar de otros terrores, extraterrestres y demás— en los finales de un siglo castigado por genocidios atroces —la Shoa, Hiroshima y Nagasaki, de kurdos y camboyanos, panameños, argentinos, tantos otros—, que no conoció un solo día sin guerra, grande o chica, y que jadea amenazado por el sida, desestabilizado por la globalización y por la destrucción incontenida de la Naturaleza.

»Es notable que otros dos grandes mitos del terror se hayan plasmado en creaciones literarias acuñadas por un sueño. Bram Stoker escribió su Drácula, publicado en 1897, obsedido por esta pesadilla: un hombre indefenso es atacado por tres vampiras sedientas de sexo mientras el vampiro jefe lo reclama al grito de «ese hombre es mío». La que agobió a Robert Louis Stevenson le trajo completa la historia que explayó en El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde (1886), novela que escribió en tres días. No escasean las explicaciones freudianas, antifreudianas y aun junguianas de la relación pesadilla-escritura en estos casos. Mary Shelley habría expresado el trauma del nacimiento prematuro y muerte de su hija, y del fallecimiento de su madre a los 12 días de darla a luz. Bram Stoker habría dado salida a inseguridades acerca de su masculinidad. Stevenson, a las marcas que su nodriza, ferozmente escocesa y presbiteriana, le infligió con sus letanías sobre las llamas del infierno y la condenación del pecador. Pero ésa es una manera de achicar las resonancias del afuera en una escritura sensible. Lo cierto es que las ideas y las imágenes del terror que aportó el romanticismo de fines del siglo XVIII guardan intacto su poder de interlocución con los miedos más profundos de dos siglos después. ¿La felicidad consistirá en extirparlos? ¿Hay que cambiar el mundo, entonces?»

"Miedos", en Miradas


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