martes, febrero 02, 2016

Cortinas de humo

Fumar es dañino, pero fumo mientras escribo. Humo en el agua y en la pantalla. No lo recomiendo. Creo lo que creía Cabrera Infante: "Es como una pasión: primero se le prende, luego arde rojo, violeta, violento, virulento, luego crea ascuas y cría cenizas: una pasión consumida. Es materia recreada, arte que arde".

Signo y símbolo (fálico, según herr Freud), el (puro) (cigarro) (cigarrillo) está a punto de ser prohibido en el cine, en la televisión. La Organización Mundial de la Salud ha "sugerido", entre otras recomendaciones (calificadas por algunos como censura), que películas donde aparezcan fumadores no sean aptas para menores. 


La prohibición de representar a personajes fumando en la pantalla parece dar la razón a los psicoanalistas ortodoxos que, desde hace décadas, nos venían explicando que el cigarrillo es un símbolo fálico, por lo que su representación constituía una forma de pornografía subliminal: algunos espectadores lo sabíamos desde que Rita Hayworth, en Gilda, lució su boquilla entre sus labios apetitosos. Pero los operadores de fotografía le tenían gran cariño a los cigarrillos, pues las volutas de humo, las hilachas blanquecinas en contraste con fondos negros, la evolución de sus espirales, las columnas plásticas ascendentes pertenecían al ámbito más excelso de la fotogenia. En efecto, resulta muy difícil disociar las atmósferas del cine negro del claroscuro rasgado por ese flujo blanquecino que le aporta el humo del tabaco. Mientras que en las películas románticas servía más bien como fetiche seductor, emanado del falo postizo que emergía entre unos labios carnosos.

Y adiós a Pinocho, a Cruela, a Bender, a la Oruga de Alicia, sin contar los periódicos que nerviosamente se fumaba doña Borola. No más Cantinflas o Mauricio Garcés o Groucho Marx, y que se reduzca la exhibición de Pulp Fiction, Trainspotting o aquella de Paul Auster, Cigarrillos.

Me preocupan las prohibiciones tajantes, las satanizaciones. Igual con el rock o con los narcorridos. Sí, los fumadores deben (debemos) respetar. Hay muchos cambios que se deben hacer pero no cosméticos ni prejuiciados.

Es como la colocación de imágenes y lemas en las cajetillas: creer que con cambios en lo icónico va a cambiar lo simbólico es pueril. Cortinas de humo ante lo primordial. Las empresas contaminantes de tierra y agua, de venta de armas y de drogas duras, siguen intocables. Sólo se pasteurizan, se muestran como orgánicas y libres de gluten.

La vida moderna casi obliga a vivir con algún vicio. Por no hablar de paracetamol y otros medicamentos, añadiría las redes sociales, los videojuegos o las series y telenovelas a lo que escribió Jardiel Poncela: “El amor, el tabaco, el café y, en general, todos los venenos que no son lo bastante fuertes para matarnos en un instante, se nos convierten en una necesidad diaria”.

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