domingo, abril 08, 2012

"Ahora estoy absuelto..."

"Un confesor, pensó, ¿habrá en esa iglesia un confesor? Sería hermoso ponerse una chaqueta, bajar hasta allí, cruzar la nave y dirigirse al confesionario. Soy yo, diría, soy un poeta, la poesía es mentira, he pecado durante toda mi vida, toda la escritura es mentira, incluso las cosas más verdaderas, absuélvame por favor, no he hecho nada más que mentir. Y después diría: y ahora estoy preparando otra mentira, una mentira doble, estoy imitándome a mí mismo, me remedo y me da igual, más aún, me divierto. No te absuelvo, hijo mío, diría el confesor, éste es un pecado grave, es un pecado contra uno mismo. Y él respondería: toda la escritura es un pecado contra uno mismo, ¿me entiende?, durante toda mi vida me he inmolado, me he sacrificado, he pecado contra mí mismo.Y lo gritaría en la iglesia desierta, tan fuerte que el confesor saldría del confesionario. Hijo mío, diría el confesor, no te entiendo. Entonces él gritaría más fuerte, pero, qué extraño, cuanto más gritaba menos conseguía distinguir sus palabras, su voz se había convertido en un balbuceo mezclado con gritos lacerantes, y, entonces, se puso a cantar. Sí, eso es, se pondría a cantar el Requiem de Verdi y con ese requiem absolvería a todos, a los presentes y a los ausentes, a los vivos y a los muertos, y sobre todo a sí mismo. Y tras el canto, recorrería la nave, saldría afuera, cruzaría la plaza, se introduciría en su portal, subiría de nuevo a su apartamento donde la señora rubia lo estaría esperando con un trozo de piña enfilada en el tenedor y le diría: ahora estoy absuelto, puedo entregarle mi poesía..."

Antonio Tabucchi, "La trucha que se agita entre las piedras me recuerda tu vida", El ángel negro, Anagrama, 1998.

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