lunes, septiembre 19, 2011

Casi 10 mil días

No fue terrorismo, no fueron solo dos torres. Fue un cambio para el país entero. En unos segundos todo se nos movió.

La mirada nueva (asustada, enojada, inventora), rumbo a la reconstrucción, a no edificar más ciudades sobre chinampas ni creer que la gran Tenochtitlan durará para siempre. A rescatar lo que latía entre los escombros y a ver qué otros materiales son necesarios para vivir.

Como en muchas desgracias, desgraciadamente, hubo quien comercializó y se aprovechó de la ayuda humanitaria, quienes qusieron lucirse en su afán filantrópico para disimular su licantropía.

Fue el inicio también del crecimiento y el cambio de vida en otras ciudades. Querétaro, San Luis Potosí, León, por citar algunas, recibieron a familiares que escaparon del desastre y querían huir de las fallas (geológicas y humanas), con el consecuente intercambio cultural, ríspido o alegre, enriquecedor siempre.

Fue la unión ante la desgracia, la desaparición de vidas y algunos mitos, el surgimiento espontaneo de una solidaridad que luego se apropió el gobierno. Algunos no recuerdan, sobre todo porque los temas de interés ya no duran ni los cinco minutos de fama de que hablaba Warhol.

Aguas con la desmemoria.

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