miércoles, mayo 04, 2011

dos y dos son cinco

"Lo horrible de los Dos Minutos de Odio no era el que cada uno tuviera que desempeñar allí un papel sino, al contrario, que era absolutamente imposible evitar la participación porque era uno arrastrado irremisiblemente. 
"A los treinta segundos no hacía falta fingir. Un éxtasis de miedo y venganza, un deseo de matar, de torturar, de aplastar rostros con un martillo, parecían recorrer a todos los presentes como una corriente eléctrica convirtiéndole a uno, incluso contra su voluntad, en un loco gesticulador y vociferante. Y sin embargo, la rabia que se sentía era una emoción abstracta e indirecta que podía aplicarse a uno u otro objeto como la llama de una lámpara de soldadura autógena. Así, en un momento determinado, el odio de Winston no se dirigía contra Goldstein, sino contra el propio Gran Hermano, contra el Partido y contra la Policía del Pensamiento; y entonces su corazón estaba de parte del solitario e insultado hereje de la pantalla, único guardián de la verdad y la cordura en un mundo de mentiras. Pero al instante siguiente, se hallaba identificado por completo con la gente que le rodeaba y le parecía verdad todo lo que decían de Goldstein. Entonces, su odio contra el Gran Hermano se transformaba en adoración, y el Gran Hermano se elevaba como una invencible torre". 
(1984, George Orwell) 

Y a veces dos, a veces noventa minutos, el mundo, de una forma u otra, se detiene. Aunque no todos, la mayoría está pendiente de algo, de alguien que no está ahí fisicamente. Un partido de futbol en el que juegan colores y apodos con los que nos podemos sentir identificados, una ceremonia religiosa en Londres o en Roma, un asesinato en Paquistán o en México. La televisión comparte su condición de ventana y ojo del Gran Hermano con diarios, computadoras y celulares generando odio, alegría o tristeza, mediante un gol, un milagro o un ser milagroso, incluso una muerte.

¿Qué es lo que quieres creer?

Creer en lo que dice otro es difícil, y más cuando el otro es una autoridad. Que si debemos usar cubrebocas y no tocarnos por una epidemia peligrosísima, que si se desata la contaminación nuclear como preludio al apocalipsis, que si hay una política seria y acciones de combate efectivo al narcotráfico, que si ya se dio el primer milagro de un nuevo beato, que inicia con toda la pompa una historia de príncipes y princesas, que ya se erradicó un peligro para la humanidad, que si un cuerpo fue echado al mar. Llegamos a la luna. Nos amamos.

Nuestros lugares comunes, donde convivimos en lugar o a falta de casa; vecindad de las de antes, también llamada inconsciente colectivo, donde todo puede ser verdad o mentira. Mito o fe: bastan unos segundos para enamorarse, bastan dos minutos para odiar. Palabras. A veces una persona es la única realidad con que contamos.

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