sábado, julio 31, 2010

Las vacaciones, según Italo Calvino

"Es la víspera de la partida. Los libros escogidos son tantos que para transportarlos necesitaría un baúl. Comienza la labor de limpieza. "En cualquier caso éste no lo iba a leer, éste es demasiado pesado, éste no es urgente", y la montaña de libros se demorona a la mitad, a un tercio. De este modo, el Buen Lector se encuentra con una selección esencial que dará lustre a sus vacaciones. Después de hacer las maletas, todavía se quedan afuera algunos volúmenes. El programa acaba reducido a unas pocas lecturas pero todas sustanciosas: estas vacaciones serán una etapa importante en la evolución del Buen Lector.

"Los días empiezan a pasar deprisa. El Buen Lector se halla en excelente forma para hacer deporte y acumula energías a fin de alcanzar la condición física ideal para leer. Pero después de comer le entra tanto sueño que se queda dormido toda la tarde. Hay que hacer algo y para ello es de gran ayuda la compañía, que este año es insólitamente agradable. El Buen Lector hace muchas amistades y se pasa mañana y tarde en barca, de excursión, y al anochecer se va de juerga hasta muy tarde. Por supuesto, para leer se requiere soledad: el Buen Lector medita un plan para escabullirse. Alimentar su inclinación por una joven rubia puede ser el mejor camino. Pero con la joven rubia se pasa la mañana jugando al tenis, la tarde jugando a la canasta y la noche bailando. En los momentos de descanso, ella no se calla nunca.

"Las vacaciones han terminado. El Buen Lector vuelve a colocar los libros intactos en la maleta, piensa en el otoño, en el invierno, en los rápidos y cortos cuartos de hora que dedicará a la lectura antes de dormirse, antes de salir corriendo a la oficina, en el tranvía, en la sala de espera del dentista..."


***
Y sí. Italo Calvino, "Los buenos propósitos (1952)", Mundo escrito y mundo no escrito, Siruela, Biblioteca Calvino, Madrid, 2006.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario