miércoles, octubre 21, 2009

UAM-X: Grupo de Reflexión sobre Economía y Cultura (3)

Nociones de valor enfrentadas: lo simbólico contra lo económico

Para el estudio y análisis desde la economía cultural del sector cultural, el Grupo considera indispensable partir de que dicha clasificación existe sólo en el imaginario. La convención ha sido acuñada con el tiempo y es útil. Se le acepta de uso corriente, en tanto que al mismo confluyen las diversas actividades y modalidades simbólicas, materiales, inmateriales, sociales, jurídicas, políticas y económicas, entre otras, que constituyen lo que se define como cultura nacional.

La ausencia de una definición, de un marco conceptual, de instrumental que soporte su diario acontecer y de reconocimiento como parte del orden jurídico y productivo del país, tiene numerosas explicaciones, siendo una de las más relevantes la intervención monopólica y subsidiaria del aparato de Estado a lo largo de muchas décadas.

Al influjo del nacionalismo impulsado desde la etapa posrevolucionaria, el Estado —PRI —y en sus recientes oportunidades el Estado —PAN— se soslayó (y se ignora tras 90 años) la caracterización integral, sistémica, de los diversos componentes del sector cultural.

Para el Grupo, desde una perspectiva histórica, el Estado se ha complacido por el rosario de instituciones que procreó, y se mira como pez en el agua en el festín del asistencialismo sin proyecto que le vincule al desarrollo sostenible, pleno en su convencimiento de que es meta superior formar valor e identidad simbólica al margen del valor económico que en cuanto a fuente de trabajo y riqueza significa lo cultural para quienes la conciben, despliegan y enarbolan. Por ello, el Estado marginó de sus influjos de política económica y otras necesariamente transversales, a los numerosos agentes que intervienen en el sector cultural.

Abordaje del sector

En el reino de las nomenclaturas, el sector, sus subsectores, las ramas, subramas y clases, la economía cultural se debate entre la ausencia de caracterización idónea y las clasificaciones olvidadas por el subdesarrollo y descuido —ante todo— gubernamentales.

Para la Secretaría de Economía (SE), las actividades económicas culturales se dispersan en las clasificaciones de servicios, comercio y, en menor medida, de industrias. De las 699 registradas mediante el instrumental de "Contacto Pyme", 47 son vinculadas a lo cultural. Sin embargo, la correlación entre estas actividades y los datos que sobre empleo y/o ocupación brinda el Observatorio Laboral de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS), son poco concluyentes para los propósitos de configuración de un panorama integral de la economía cultural. En este sentido despunta lo primario no resuelto: definir el trabajo y/o empleo cultural y su universo laboral.

La indiferencia y abandono del sector cultural es palpable también a través del sistema de cuentas nacionales, es decir, en las tareas del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI). Si bien se pueden acceder a algunas estadísticas e indicadores culturales, no constituyen una Cuenta Satélite. La escasa información no permite el análisis necesario para determinar la perspectiva nacional de la economía cultural y su aportación al Producto Interno Bruto (PIB).

A contrapelo, y poniendo en evidencia un irresponsable retraso en los compromisos de adopción y correlación de clasificaciones en el marco del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), el Sistema de Clasificación Industrial de América del Norte (SCIAN) prácticamente sigue siendo letra muerta a 15 años de suscrito el Tratado. De haberse adoptado, más aún sobre la base de no existir reservas culturales en el acuerdo comercial, seguramente la economía cultural y con ella el sector que aglutina, sería más visible en la realidad económica nacional.

Para el Grupo, la labor de caracterización del sector cultural encontró mayores dificultades al abordar el llamado "tercer sector" y que condensa, en juicio general, los organismos asistenciales. Hay al menos dos razones para tal dificultad: por un lado, la imposibilidad de acceder a una cifra confiable y su clasificación. Por otro, que algunas entidades en la práctica se desempeñan como pequeñas y medianas empresas.

De esta forma, el ejercicio de Reflexión del Grupo le lleva a estimar que el sector cultural es el día que no encuentra sus propios derroteros como expresión nítida de la economía cultural. Por su amplitud y complejidad, por su peso en la realidad del país, y por la necesidad de diseñar políticas públicas y privadas que garanticen, a la par de otros sectores productivos, su desarrollo y sustentabilidad, le urge una decidida confluencia de intereses.

El andamiaje de reflexión elaborado por el Grupo y que a su vez se sustenta en buena medida en las tareas de investigación desarrolladas por su coordinador, el periodista Eduardo Cruz Vázquez, le favorecen adelantar tanto hipótesis como fórmulas de acercamiento, como escenarios que abren perspectivas a quienes intentan dimensionar la economía cultural de México.

De esta forma, y para efectos de las posturas y propuestas que en este primer documento se hacen del conocimiento de la sociedad mexicana y particularmente de los principales actores de la comunidad cultural, el Grupo adopta un diseño operativo en el cual el sector cultural está compuesto por cuatro subsectores, por ramas, subramas y clases, que a la vez se constituyen en actividades y unidades económicas.

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