miércoles, marzo 11, 2009

temperatura (1)

Tengo descompuesto el termostato. No marca la temperatura adecuada, no avisa que el gas sigue subiendo y el botón de apagado no funciona. Antes era tomarse de las manos y decir "mira, estás muy calientito", y hoy me he vuelto un personaje febril de un mal poema. Hiervo. Ya no sé si llamar al médico o a un electricista. Eso de sudar como cerdo —error de dedo: dudar como cerdo— y despedir chispas a toda hora no es normal, cualquier día voy a amanecer en calidad de cocido.

Lo peor es que el cerebro se empieza a freir —tal vez debería servirlo rebozado, con mucha lechuga y un buen Trumpeter— y ya no distingue realidad de sueño, confunde colores, se queda esperando un segundo mientras pasan horas, se encela de nada (y de todo), se vuelve sombrío y trata de explicarse lo que nadie le pide y ni siquiera le importa porque son circunstancias que a otros pertenecen y que no quieren explicarlo. Frito, el cerebro, lo que queda de él, suda, pero el sudor no sólo sale por los poros, sino por los ojos. El silencio está, ese sí, en su punto, listo para el festín.

La realidad se ha vuelto viscosa y estas chispas pueden terminar incendiando mi cocina si no reparo el termostato.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario