domingo, febrero 01, 2009

Odisea

"Ella confía en mí, su mano suave, las largas pestañas ojos. ¿Ahora
dónde en nombre del tierno infierno la estoy trayendo detrás del velo?
En la ineluctable modalidad de la ineluctable vitalidad. Ella, ella,
ella. ¿Qué ella? La virgen ante el escaparate de Hodges Figgis, el
lunes, buscando uno de los libros alfabéticos que tú ibas a escribir.
Aguda mirada le lanzaste. La muñeca dentro del bordado lazo de su
sombrilla. Ella vive del pesar y bagatelas en el parque Leeson: una
mujer de letras. Habla de eso a alguien más, Estebito: una giranta.
Apostaría a que ella usa de esos endemoniados elásticos de corsés, y
medias amarillas, zurcidas con lana aterronada. Habla de pasteles de
manzana, piuttosto. ¿Dónde tienes los sesos?

"Acaríciame. Ojos suaves. Mano suave, suave, suave. Estoy tan solo
aquí. ¡Oh!, acaríciame pronto, ahora. ¿Cuál es esa palabra que todos
los hombres saben? Estoy triste aquí, solo. Triste también. Tócame,
tócame."

Ulises, de Jaime Joyce

(y sí, de cuando la ciudad cabe en una noche que nos reinventa)
(¿y si...?)

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