jueves, marzo 27, 2008

intelectuales

"Lo que en definitiva parece materializar la posición política y académica de un intelectual crítico es su rol de guardián de la meta-estabilidad de la crítica. Como si imitara las operaciones discursivas de un pasado no muy lejano, así como el presupuesto analítico de situaciones socio-culturales consideradas “objetivas”, atemporales e inmutables y todo se tratara de una reproducción indefinida de clichés semánticos. Cuando sus esquemas de interpretación critican el eventual “abandono de la política”, de una “ausencia de sensibilidad crítica”, del consumismo y el individualismo por parte de algunos artistas e intelectuales, no hace otra cosa que confundir las cosas o, en el mejor de los casos, acusar las “desviaciones” que están adquiriendo los análisis socio-culturales en la actualidad. Léase bien: “desviaciones”. Tratándose de confundir las cosas, confunde, por ejemplo, universalidad con mercado capitalista, y pragmatismo con la ausencia de objetivos y de posición crítica. Tratándose de acusar “desviaciones”, no consigue engañar, a los ojos de todos, que el objetivismo reivindicado no puede esconder lo apriorístico de sus postulados de análisis y las consideraciones moralistas que encierra su discurso, meramente normativo. Su anhelo por “aprehender la realidad”, por desvelar su sistema de significaciones, se transforma en una pesadilla de reiteración de fórmulas explicativas acerca del “mundo objetivo”, es decir, de un mundo que es el mundo particular (subjetivo) de él. De todas formas, este no es un problema demasiado grave. La gravedad radica en que no atisba a darse cuenta y, consiguientemente, su discursividad se torna una narrativa esperanzadora (¿de qué será?) con fuertes dosis de arrogancia descolorida".

Carlos A. Gadea
(revista Contratiempo)

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