DESDE EL ESTADO Y A PESAR DEL ESTADO:
OPCIONES PARA EL LIBRO Y LA LECTURA EN SAN LUIS POTOSÍ
Alexandro Roque
(Quehacer Editorial, número especial 1, "El libro en busca de lectores", año 1, invierno de 2002)
La cultura ha ganado principalmente
con aquellos libros con los cuales
los editores han perdido dinero.
Fuller
Años pasan y con ellos administraciones de diversos colores y sabores. Si en el futbol la esperanza surge y muere cada cuatro años, en la política el periodo es de seis años. Programas como el “Año de la Lectura” (1999-2000) o “México País de Lectores” (2002) se presentan con fanfarrias, bombos y platillos, pero al menos en San Luis Potosí en cada lectura, taller y conferencia una de las preguntas de rigor es: ¿cómo inculcar el amor a la lectura en nuestros jóvenbes y niños?”. Y, casi de rigor, el conferencista, creador o promotor se queda mudo varios segundos, ante la multiplicidad de ángulos en los que se puede responder esa pregunta de profesores y padres de familia.
Hay muchos libros y consejos acerca de cómo escribir, manuales de artes plásticas y de como organizar una biblioteca, tratados muy completos acerca del arte-ciencia editorial y de historia y usos de la imprenta. El paso siguiente, el de distribuir y comercializar, de hacer que “se ame” a ese libro, que se venda, ha sido poco explorado. Hay formas de trabajo que se han gestado en la práctica, pero por eso es necesario que quienes participamos en el proceso pongamos en la mesa las cartas que cada uno tiene escondidas bajo la manga o ver como se distribuyen las cartas para ganar esta partida.
San Luis Potosí gusta de definirse como un estado "culto", pero luego se encierra en su centro y se habla de “una ciudad culta”. Entre los potosinos el concepto más frecuente de cultura es equiparable al gusto por las bellas artes, lo que Pierre Bordieu llama “alta cultura”, y esa percepción se extiende a la política cultural del gobierno del estado. Así, se considera que un pueblo con cierta producción pictórica, literaria o musical, es considerado en principio, un pueblo culto.
Rogelio Hernández Cruz, un periodista cultural potosino, escribió que para ser patrimonio de todos la cultura “requiere saber leer y escribir, haber cursado al menos la escuela secundaria, contar con un trabajo estable, un nivel de vida digno, conocer y respetar las más valiosas tradiciones propias y participar de un modo u otro en el proceso de transformación de la sociedad” (El Heraldo de San Luis, 31/VIII/90).
La promoción de la lectura y el quehacer editorial en este estado, que cuenta ya con casi tres millones de habitantes, están básicamente apoyados por instituciones oficiales: la Editorial Ponciano Arriaga, dependencia del Instituto de Cultura de San Luis Potosí (en adelante ICSLP); la Editorial Universitaria, de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (en adelante UASLP) y El Colegio de San Luis.
Además, están 27 bibliotecas públicas en la capital del estado y una por cada uno de los 57 municipios restantes. Hay 16 librerías en la capital del estado y aproximadamente 15 en el resto de los 58 municipios que integran su territorio.
Revisemos un poco más a detalle programas, estadísticas y particularidades de la producción editorial y su promoción en San Luis Potosí, para después ver algunas propuestas.
El panorama
Los programas
En reciente entrevista, la presidenta del ICSLP, Ma. Elena González de Delgadillo, aseguró que el programa “Rincones de Lectura”, de la Secretaría de Educación Pública, seguirá en San Luis aunque se acabe como programa federal, “pues porque es un resultado increible, no podemos dejarlo”. Acerca de “País de Lectores”, dijo “aplaudir” este programa, pero aclaró que “lo que se haga no es un inicio, lo que se hace es una continuación”. En San Luis Potosí habrá elecciones para gobernador en 2003, y la funcionaria espera que en la siguiente administración haya alguna continuidad de programas: “Nosotros seguimos todavía un año más; entonces ya vamos paso a paso y aprendiendo, así les digo yo a los trabajadores, esta emoción, les digo yo que compartimos sueños, ellos lo siguen, porque ellos siguen en el sistema aunque nosotros no sigamos. Yo siempre les digo a los que trabajan en las instituciones por las que paso, les digo yo “ustedes no cambian, nosotros sí no vamos, ustedes tienen una responsabilidad”.
En el Colegio de San Luis y la UASLP se realizan presentaciones de libros referentes a sus programas académicos, con preponderancia de sus títulos propios. En la Casa López Velarde, sede de la Editorial Ponciano Arriaga, hay Martes Literarios en los que se presentan los libros de reciente producción, propia y ajena. Es el espacio en el que autores potosinos y foraneos pueden dialogar con su público cautivo o potencial. Se invitan constantemente a autores y talleristas y se realizan ferias y lecturas en fechas claves.
Las librerías
Hay 16 librerías en la capital del estado, de las cuales dos cuentan con una matriz y una sucursal, y solo una tiene matriz y dos sucursales. De estas 16 opciones una depende de la UASLP (Librería Universitaria), otra de Educal (Hamlet), dos más son de cadenas nacionales (Gonvill y Librerías de Cristal), una es de libros religiosos y las demás de empresarios locales que ofertan en su mayoría libros de texto y bestsellers, pero dan espacio a la literatura, las ciencias sociales y a las humanidades. Debido a su búsqueda de compradores la mayoría están ubicadas en sitios cercanos a escuelas de la UASLP o en el centro de la ciudad. A pesar de la crisis, varios tienen planes de expansión, sobre todo al interior del estado.
La Librería Universitaria es la más grande, con capacidad para 40 mil libros, pero la mayoría son chicas (siete, con capacidad para cuatro a siete mil libros), medianas (cinco, de veinte a treinta mil libros) y micro (dos, de 200 a 800 libros). Ello además de los módulos y departamentos de libros que sobreviven en las tiendas de autoservicio, al lado de revistas de moda y de gente bonita, de política y espectáculos.
Un dato importante es que entre el año 2000 y el2002 desaparecieron en San Luis Potosí seis librerías, por cambio de residencia a otro estado, incosteabilidad, o cambiaron de giro a venta de revistas y periódicos, artesanías, papelería o regalos de temporada.
Las bibliotecas
Hay muchas, como en todas partes del país, y como en otras partes dependen de gobierno del estado (o de los ayuntamientos) y de la universidad, que tiene tres grandes bibliotecas: la Central, una de ciencias y otra de humanidades. El Colegio de San Luis tiene la Biblioteca Rafael Montejano y Aguiñaga, con 23000 volúmenes, principalmente de ciencias sociales. Hay algunos buenos círculos de lectura y dos o tres ferias del libro en la capital, además de en varios de los 58 municipios de SLP.
Las editoriales
El gobierno del estado edita por medio de su editorial Ponciano Arriaga; mayormente se trata de resultados de concursos y becas (de narrativa, poesía, dramaturgia, historia, fotografía y pintura) en colecciones como Los Premios y Los que Escriben. Publicaba dos revistas, que pasaron a la historia por falta de presupuesto: Runa y Verdesierto. Su promedio era de 10 libros al año hasta el año 2003, antes de la actual administración.
La UASLP edita alrededor de 10 libros al año, además de revistas y diversas publicaciones periódicas. Es la única institución que cuenta con imprenta propia.
El Colegio de San Luis tiene una producción promedio de 18 a 20 libros al año, sin incluir materiales de divulgación y de intercambio. Tiene una revista de historia y ciencias sociales, Vetas, y como Centro Público de Investigación Conacyt produce libros en coedición con instituciones como El Colegio de México o el CIESAS, entre otras.
Hay algunos esfuerzos independientes de libros de autor e instituciones que ocasionalmente editan, como el ayuntamiento o el Archivo Histórico, pero son excepciones. En cuanto a revistas constantemente surgen propuestas mayormente de jóvenes, que buscan su propio foro para publicar sus textos, fotografías e historietas. Muchas veces apenas alcanzan dos o tres números, y otras dependen de la publicidad oficial.
Las propuestas
Al menos en San Luis Potosí, al no haber una editorial independiente fuerte que asuma los riesgos de lecturas para este público particular, la labor de producción de libros recae en el Estado, en cualquiera de sus formas, por lo que es su responsabilidad. Que el Estado se asuma como editor es considerado por algunos como competencia desleal, pero no lo es si vemos que casi siempre los libros que publica el Estado son libros que no tendrían cabida en una editorial comercial, por ser autores desconocidos, por el tema, o por estar sujetos a reglas de un sistema académico (el SNI, pongamos por caso).
Esta competencia entre editoriales comerciales y del Estado, que no debería serla, se refleja en el lugar que las librerías y algunas ferias del libro destinan a las instituciones de investigación y universidades: los sitios menos accesibles, los que están fuera del circuito comercial. Y a veces nos lo merecemos por no presentar una imagen más atractiva, por no contar con portadas que llamen la atención, por usar un lenguaje rebuscado y abusar de las citas a pie de página, por pensar que la labor de investigación está concluida una vez que se publicó un libro, siendo que es donde empieza. Una de las ramas presupuestales que primero sufre merma ante un recorte estatal o federal es el de la publicidad, y en ella van fuera las posibilidades de crear imagen como promoción de la lectura.
Las diferencias internas entre los editores se traducen en una imagen debil ante otras industrias editoriales. Si poco se lee en México es menos lo que se lee en ciencias sociales, a no ser que se forme parte del sistema, como investigador, profesor o estudiante. Suena utópico, pero deberíamos hacer equipo para demostrar que se puede hacer imaginar a las personas, que se puede dar educación sin que sea aburrida, pero el esfuerzo en las editoriales es bueno, cuando no excelente, a pesar del Estado. En las librerías y en las ferias cualquier interesado puede encontrar joyas de todos los géneros, pero al salir estamos rodeados por los medios electrónicos que no dan espacio a la lectura ni a la imaginación, por padres que no tienen ni un buen libro en casa, por escuelas donde se da preferencia a lo técnico y los profesores repiten como loros (huastecos) palabras aprendidas de memoria.
Desde el Estado y a pesar del Estado, cada institución o cada empresa busca difundir sus productos editoriales aunque la falta de lectores provoque que, al menos en lo que toca a las instituciones, los inventarios abultados sean la constante. En el cuento del huevo y la gallina se da poco presupuesto al sector editor porque no se lee, pero no hay una política clara, directa, de fomentar la lectura. En los espacios oficiales en los medios electrónicos —el famoso impuesto del 12.5%— no se habla del poder que adquiere el que abre un libro, de la desenajenación que representa. Tal vez es eso.
La propuesta y petición es que los editores hagamos equipo, que veamos que esta carencia puede ser menor si presentamos una cara que atraiga y cree lectores, exigiendo al gobierno que asuma su responsabilidad educativa y cultural, con facilidades para vender y promocionar ideas, sueños, teorías y propuestas —esas sí— de cambio.
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