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lunes, marzo 25, 2019

Escritores locales - Atenea Cruz

"Llegué al instituto cultural en calidad de flamante escritora joven, con la noble voluntad de revitalizar el panorama literario de la región. ¡Oh, triste inocencia interrumpida! No contaba yo con que para promover la literatura hay que tratar con los escritores locales, aterradora fauna endémica cuyos vicios se repiten en todas las ciudades del mundo. Pero, ¿qué es un escritor local? Se trata de una persona con un extenso currículum conformado por numerosos libros autopublicados, o bien, publicados por el congreso; cuenta asimismo con uno o varios prestigiosos premios municipales y becas estatales de creación. En algún momento de su vida ha editado su propia revista cultural (en la cual él mismo redacta el editorial, poemas y anuncios de ocasión) y se dedica a despotricar contra la autoridad cultural en turno hasta que le avientan su hueso. Como ya sabe todo sobre literatura nunca va a conferencias ni toma cursos, al contrario, él los imparte y siempre se llenan, porque asisten su pareja, hijos, comadres e incluso el amante en turno y/o sus detractores. El rasgo más interesante de un escritor local es que, según pude observar, su mayor aspiración es publicar en la editorial del instituto cultural de su región."

"Todas las ciudades tienen ejemplares de esta pintoresca especie. Sin embargo, los escritores locales vienen en presentaciones diversas: mi favorita es la que, dejando claro que no ha leído ciertos pasajes de la Biblia, se autodenomina “Vaca Sagrada”, como si el término fuera una medalla. Recuerdo con horror cuando se me hizo la encomienda que desataría una revolución: publicar mediante dictamen. El primer paso fue redactar la convocatoria, para hacerla más profesional, revisé a fondo las convocatorias de editoriales comerciales y culturales. El resultado fue muy básico: estipulaba el perfil de nuestra editorial, señalaba los géneros solicitados y establecía lineamientos de presentación de originales bastante comunes (esto para evitar seguir recibiendo manuscritos sin engargolar o sin datos de contacto); además marcaba algo sin precedentes: fecha límite para recibir propuestas. ¡Vaya atrevimiento el mío! Los reclamos presenciales no pararon de llover: ¿ cómo se me ocurría poner que hasta mayo se aceptaban libros, si todo mundo sabe que la inspiración puede llegar en cualquier época del año? ¿Cómo que no me podía esperar dos meses más, hasta que el maestro de su taller sabatino lo revisara con lupa? ¿Cómo que no aceptaba libros incompletos, si seguro podrían terminarlo más o menos para el verano? ¡Cuánta necedad de mi parte!..."

En Letras Libres, "Memorias de una editora al servicio del Estado"

viernes, abril 17, 2009

De Carmen Boullosa

(Entrevista en Milenio)

¿Cuál sería el estado ideal de ese colectivo [el ¿gremio? literario]?

No existe ideal; así es y punto. Estamos hechos para comernos los unos a los otros; estamos hechos para despreciarnos y amarnos y no hay de otra. Somos una especie de virus…, así nos comportamos porque así es la literatura misma: algo terrible. No es que piense que hay que dedicarse a otra cosa, pero esto no le quita el lado siniestro que tiene, su juego y coqueteo con la realidad. La necesaria complacencia con la realidad para alcanzar a armar una historia. Las personas, al convertirse en lectoras de literatura, pueden comenzar a ser críticas de la realidad. La conciencia y la crítica acerca de la realidad conlleva muchas responsabilidades y un lado de sombra que se cierne sobre la vida. ¿El gremio podría ser mejor? No. Podría ser peor.

¿Más todavía?

A veces tiene tintes muy desagradables, como sus nexos con el Estado, en el caso de nuestro país. La existencia de poetas corruptos, novelistas que piensan en su cartera con una mayor facilidad que si el dinero viniera de mecenas. El Estado ha necesitado de este nexo. Habrá que ver si ahora el narcotráfico decide emprender un mecenazgo literario. Algo que no me extrañaría. Es más: lo deseo. ¡Qué horror!; pero si tienen tanta plata que den plata para hacer libros, y no sólo compren arte. Contribuir a que las personas se conviertan en enemigas del mismo narcotráfico y de la sociedad pasiva.

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viernes, febrero 15, 2008

De la Quijotita (en el blog la caca del murcielago)

(De donde se ve que cualquier parecido de El miedo a los animales, de Enrique Serna, con la realidad, no es mera licencia poética)

Quijotita De La Mancha escribió:

Honorable maestro Wong, perdón pero ¡no me chingue! ¿Estoy comprendiendo bien? ¿Quiere usted decir que lo mejor que podemos hacer es quedarnos callados?

¡Pos si eso es lo que hacemos siempre, mi maestro!

Por eso en México estamos como estamos, maestro; por gente como usted y como yo. Todos sabemos dónde venden las drogas, dónde se cometen los crímenes (y quiénes y con ayuda de quién los cometen), pero ¿movemos un dedo? Seguro en la república se cometen todos los días delitos mucho más graves que las pinches premiaciones (que como quiera configuran un delito, así sea menor: el delito de fraude); por eso Raquel Huerta y otras personas dicen: "no es para tanto" ("es inclusive", escribe Jeremías Marquines, citando a Capulina y dificultando la lectura de su artículo a quienes no sean admiradores de don Gaspar Henaine). Bien; si no es para tanto ("es inclusive"), ¿porqué no mejor acabamos de una buena vez con estos fraudes? Los premios y también las becas. Serviría para ahorrarle algunos pesitos al erario.

Usted y yo podemos tener la vida más o menos resuelta, maestro, pero imagine que le decimos a un campesino, a un obrero, a un pequeño empresario: "oye, de tus impuestos vamos a separar lo suficiente para darle cada mes, a lo largo de tres años, 23 000 pesos a José Eugenio Sánchez para que se los chingue en cocaína y pisto y nos entregue a cambio unos cuantos plagios de Charles Bukowski". ¿Usted cree que si fuéramos democráticos y le preguntáramos a la gente si está de acuerdo con seguir entregando becas a zánganos como el mentado Sánchez, no nos mandarían buenamente a la chingada (el mismo lugar al que, en un arranque de sinceridad, confesó haber mandado Elena Jordana a la poesía)? ¡Medítelo a la sombra del árbol bodhi, mi maestro (zen)!