
En la ventana los eucaliptos agitan su cabellera espesa y verde
sus olores envuelven el gemido
la sala de partos también es verde aunque lo más
terrible es el viento
se me revela de pronto el soplo que es la vida
lluvia con sol es marzo casi la primavera
—contracciones cada minuto de 42 segundos—
la muerte llama al amor respira el tronco y la raíz
permanecen inmóviles
la ventana sólo deja anudar nubes y hojas
ah ese sueño ese sudor que te recorre el cuerpo
reconociendo el laberinto de sus ramas
el hedor de la parca que nos rodea siempre:
inmóvil la alameda
—usaremos simplemente un bloqueo—
se agitan las cabelleras el tallo que se prolonga en mi
vientre, va a cortarse
(sólo los cortes permiten los retoños)
mis brazos se quieren alzar al cielo
estoy atada
los pirules en su fruto sangran
la imagen fluye en el destello de la lámpara salpicada de rojo
y las ramas se vuelven y me miran más que nunca.
Este animal sale del interior de una cueva
lo único que le recibe es el mundo
la marea está aquí y en todas partes
se contagian los vientos y los ápices doblegan
suavemente sus pezones de virgen
nada hay contra las marismas prematuras
sólo el cuerpo se mantiene en su sitio dando forma a lo vivo
así después de este dolor intenso comienzo a darle
apenas sus raíces.