Si muero pronto,
sin poder publicar ningún libro,
sin ver la cara que tienen mis versos en letras de molde,
ruego, si se afligen a causa de esto,
que no se aflijan.
si ocurre, era lo justo.
Aunque nadie imprima mis versos,
si fueron bellos, tendrán hermosura.
Y si son bellos, serán publicados:
las raíces viven soterradas
pero las flores al aire libre y a la vista.
así tiene que ser y nadie ha de impedirlo.
Si muero pronto, oigan esto:
no fui sino un niño que jugaba.
Fui idólatra como el sol y el agua,
una religión que sólo los hombres ignoran.
Fui feliz porque no pedía nada.
Ni nada busqué.
Y no encontré nada
salvo que la palabra explicación no explica nada.
Mi deseo fue estar al sol o bajo la lluvia.
Al sol cuando había sol,
cuando llovía bajo la lluvia
(y nunca de otro modo),
sentir calor y frío y viento.
Y no ir más lejos.
Quise una vez, pensé que me amarían.
No me quisieron.
La única razón del desamor:
así tenía que ser.
Me consolé en el sol y en la lluvia.
Me senté otra vez a la puerta de mi casa.
El campo, al fin de cuentas, no es tan verde
para los que son amados como para
los que no lo son:
sentir es distraerse.
.
(Traducción: Octavio Paz)
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domingo, junio 22, 2025
domingo, abril 16, 2023
Una broma... - Fernando Pessoa
«Un día se me ocurrió gastarle una broma al compañero poeta Mario Sa-Carneiro: inventar un poeta bucólico bastante complicado a quien presentaría con algún atisbo de realidad que he olvidado desde entonces. Pasé unos días tratando en vano de visualizar a este poeta. Cuando por fin me di por vencido, era el 8 de marzo de 1914, caminé hacia una cómoda alta, tomé un trozo de papel y comencé a escribir de pie, como hago siempre que puedo. Y escribí treinta y algo poemas de una vez, en una especie de éxtasis que soy incapaz de describir. Fue el día triunfal de mi vida, y nunca podré tener otro igual. Comencé con un título, The Keeper of Sheep, esto fue seguido por la aparición en mí de alguien a quien instantáneamente nombré Alberto Caeiro. Disculpe lo absurdo de esta afirmación: mi maestro había aparecido en mí. Eso fue lo que sentí inmediatamente, y tan fuerte fue la sensación que, tan pronto como se escribieron esos treinta y tantos poemas, agarré una hoja de papel nueva y escribí, de nuevo, todos a la vez, los seis poemas que constituyen Lluvia inclinada por Fernando Pessoa. Todo a la vez y con total concentración.
»Una vez que apareció Alberto Caeiro, instintiva e inconscientemente intenté encontrar discípulos para él. Del falso paganismo de Caeiro extraje al latente Ricardo Reis, descubriendo finalmente su nombre y ajustándolo a su verdadero ser, porque ahora realmente lo vi. Y luego, un nuevo individuo, todo lo contrario de Ricardo Reis, repentina e impetuosamente vino a mí. En una corriente ininterrumpida, sin interrupciones ni correcciones, la oda cuyo nombre es Oda triunfal, del hombre cuyo nombre no es otro que Alvaro de Campos, emitida desde mi máquina de escribir”
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»Una vez que apareció Alberto Caeiro, instintiva e inconscientemente intenté encontrar discípulos para él. Del falso paganismo de Caeiro extraje al latente Ricardo Reis, descubriendo finalmente su nombre y ajustándolo a su verdadero ser, porque ahora realmente lo vi. Y luego, un nuevo individuo, todo lo contrario de Ricardo Reis, repentina e impetuosamente vino a mí. En una corriente ininterrumpida, sin interrupciones ni correcciones, la oda cuyo nombre es Oda triunfal, del hombre cuyo nombre no es otro que Alvaro de Campos, emitida desde mi máquina de escribir”
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